Page 102 - Cuentos de Amor locura y Muerte
P. 102
piedra, saltando aquí, nadando allá, en un paso que en agua mordido. Fragoso mató esa misma noche a cuatro ratas que
nonnal no da fondo a tres metros. asaltaban su lata de grasa.
Sin sacudirse casi, reanudaron el trote silencioso y tenaz Yaguaí no estaba allí. Pero a la noche siguiente, él y sus
hacia el ffi#izal más cercano. Allí, el foxterrier vio cómo sus compañeros se internaban en el monte ( aunque el foxterrierno
compaiieros quebraban los tallos con los dientes, devorando corría tras el rastro, sabía perfectamente desenfundar tatús y
con secos mordiscos, que entraban hasta el marlo, las espigas hallar nidos de urúes ), cuando Yaguaí se sorprendió del rodeo
en choclo .. Hizo él lo mismo; y durante una hora, en el negro que efectuaban sus compaiieros para no cruzar el rozado.
cementerio de árboles quemados, que la fúnebre luz del Yaguaí avanzó por él, no obstante; y un momento después lo
menguante volvía más espectral, los perros se movieron de mordían en una pata, mientras rápidas sombras corrían a todos
aquí para allá entre las cañas, gruñéndose mutuamente. lados.
Volvieron tres veces más, hasta que la última noche, un Yagua( vio lo que era; e instantáneamente, en plena
estampido demasiado cercano los puso en guardia. Mas coin barbarie de bosque tropical y miseria, surgieron los ojos
cidiendo esta aventura con la mudanza de Fragoso a San brillantes, el rabo alto y duro, y la actitud batalladora del
Ignacio, los perros no lo sintieron mucho. admirable perro inglés. Hambre, humillación, vicios adquiri
Fragoso había logrado por fin trasladarse allá, al fondo dos, todo se borró en un segundo ante las ratas que salían de
de la colonia. El monte, entretejido de tacuapí, denunciaba todas partes. Y cuando volvió por fin a echarse en el rancho,
tierra excelente; y aquellas inmensas madejas de bambú, ensangrentado, muerto de fatiga, tuvo que saltar tras las ratas
tendidas en el suelo con el machete, debían preparar magnífi hambrientas que invadían literalmente la casa.
cos rozados. Fragoso quedó encantado de aquella brusca energía de
Cuando Fragoso se instaló, el tacuapí comenzaba a nervios y músculos que no recordaba más, y subió a su
secarse. Rozó y quemó rápidamente un cuarto de hectárea, memoria el recuerdo del viejo combate con la irara: era la
confiando en algún milagro de lluvia. El tiempo se descompu misma mordida sobre la cruz; un golpe seco de mandíbula, y
so, en efecto; el cielo blanco se tornó plomo, y en las horas más a otra rata.
calientes se transparentaban en el horizonte lívidas orlas de Compr�ndió también de dónde provenía aquella nefasta
cúmulos. El tennómetro a treinta y nueve y el viento norte invasión, y con larga serie de juramentos en voz alta, dio su
soplando con furia trajeron �l fin doce milímetros de agua, que maizal por perdido. ¿Qué podía hacer Yaguaí solo? Fue al
Fragoso aprovechó para su maíz, muy contento. Lo vio nacer, rozado, acariciando al foxterrier, y silbó a sus perros; pero
lo vio crecer magníficamente hasta cinco centímetros. Pero apenas los rastreadores de tigres sentían los dientes de las ratas
nada más. en el hocico, chillaban, restregándolo a dos patas. Fragoso y
En el tacuapí, bajo él y alimentándose acaso de sus Yaguaí hicieron solos el gasto de la jornada, y si el primero
brotos, viven infinidad de roedores. Cuando aquél se seca, sus sacó de ella la muñeca dolorida, el segundo echaba al respirar
huéspedes se desbandan y el hambre los lleva forzosamente a burbujas sanguinolentas por la nariz.
las plantaciones. De este modo, los tres perros de Fragoso, que En doce días, a pesar de cuanto hicieron Fragoso y el
salían una noche, volvieron enseguida restregándose el hocico foxterrier para salvarlo, el rozado estaba perdido. Las ratas, al
100 101