Page 90 - Cuentos de Amor locura y Muerte
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La resonancia peculiar del bosque trájoles, lejana, una
              -¿Cómo está tu cuenta?-preguntó otra vez.
              -Debo veinte pesos todavía  ... El  sábado entregué  ... Me        voz ronca:
         hallo enfermo grande ...                                                     -¡A la cabeza¡ ¡A los dos!
                                                                                      Y un momento después, desembocando de un codo de la
              -Sabés bien que mientras tu cuenta no está pagada,                  picada, surgían corriendo el capataz y tres peones. La cacería
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         debés quedarte. Aba  Jo  ... te  podés morir. Curate aquí, y arreglás
         tu cuenta en seguida.                                                    comenzaba.
                                                                                       Cayé amartilló su revólver, sin dejar de huir.
              ¿  Curarse  de  una  fiebre  perniciosa,  allí  donde  se  la            -¡Entrégate, añá! -gritóles el capataz desde atrás.
         adquirió?  No, por cierto; pero el mensú que se va, puede no                  -Entremos en el  monte -dijo Podeley-. Yo no tengo
         volver, y el mayordomo prefería hombre muerto a deudor
         lejano.                                                                  fuerza para mi machete  ...
                                                                                       -¡Volvé o te tiro! -llegó otra voz.
              P deley jamás había  dejado  de cumplir  nada,  única                    -Cuando estén más cerca  ... -comenzó Cayé. Una bala
               ?
         altanena que se permite ante su patrón un mensú de talla  .              de winchester pasó silbando por la picada.
            .   -¡No me importa qLie hayas dejado o no de cumplir! -                   -·  Entrá ! -gritó Cayé a su  compañero. Y parapetándo­
         rephcó el mayordomo-. ¡Paga tu cuenta primero, y después                  se tras u� árbol, descargó hacia los perseguidores cinco tiros
         hablaremos!
              Esta injusticia para con él creó lógica y velozmente el              de su revólver.
                                                                                       Una gritería aguda respondióles, mientras otra bala de
         deseo del desquite. Fue a instalarse con Cayé, cuyo espíritu              winchester hacía saltar la corteza del árbol que ocultaba a
                 _
         c nocía bien, y ambos decidieron escaparse el próximo do­
          �
         mmgo.                                                                     Cayé.  -¡Entrégate o te voy a dejar la cabeza  ...  !
          .   -¡Ahí  tenés!  -gritó  el  mayordomo  a  Podeley  esa                     -¡Andá no más! -instó Cayé a Podeley-. Yo voy a  ...
         misma tarde al cruzarse con él-. Anoche se han escapado                        Y tras nueva descarga, entró a su vez en el monte.
                                      ,
         tres  ... ¿Eso es lo que te gusta, no?  ¡Esos también eran cumpli­             Los perseguidores, detenidos un momento por las ex­
         dores! ¡  Como vos! Pero antes vas a reventar aquí, que salir de                                                         e tras
                                                                                   golpe de winchester, el derrotero probable de los fug1t1vos.
         la planchada! ¡Y mucho cuidado, vos y todos los que están                 plosiones, lanzáronse rabiosos adelante, fusilando, go ! �
         oyendo! ¡ Ya saben!                                                            A cien metros de la picada y siguiendo su misma línea,
              La decisión de huir y sus peligros -para los que el                   Cayé y Pode  ley se alejaban, doblados  asta el suelo ara evitar
                                                                                                                             p
                                                                                                                  �
         mensú necesita todas sus  : º rzas- es capaz de contener algo              )as lianas. Los perseguidores presumian esta mamobra, pero
                     _
                                �
         más que una fiebre pern1c10sa. El domingo, por lo demás,                   como dentro del monte el que ataca tiene cien probabilidades
         había llegado;  y  con  falsas  maniobras  de  lavaje  de  ropa            contra una de ser detenido por una bala en mitad de la frente,
         simulados guitarreos en el rancho de tal o cual, la vigilanci�             el capataz se contentaba con salvas de winchester y aullidos
         pud ser burlada, y Podeley y Cayé se encontraron de pronto                 desafiantes. Por lo demás, los tiros errados hoy, habían hecho
            ?
         a mil metros de la comisaría.                                              lindo blanco la noche del jueves  ...
            .   Mientras no se sintieran perseguidos, no abandonarían                    El  peligro  había  pasado.  Los  fugitivos  se  sentaron,
        la picada, pues Podeley caminaba mal. Y aún así...
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