Page 85 - Cuentos de Amor locura y Muerte
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avisadas doncellas condujéronlos a una tienda con la que bodega, donde ya diez mulas se hacinaban en íntimo contacto
tenían relaciones especiales de un tanto por ciento, o talvez al con baúles, atados, perros, mujeres y hombres.
almacén de la misma casa contratista. Pero en una u otra, las Al día siguiente, ya despejadas las cabezas, Podeley y
muchachas renovaron el lujo detonante de sus trapos, Cayé examinaron sus libretas: era la primera vez que lo hacían
anidáronse la cabeza de peinetones, ahorcándose de cintas, desde su contrata. Cayé había recibido ciento veinte pesos en
robado todo ello con perfecta sangre fría al hidalgo alcohol de efecto, y treinta y cinco en gasto, y Podeley, ciento treinta y
su compañero, pues lo único que un mensú realmente posee es setenta y cinco, respectivamente.
un desprendimiento brutal de su dinero. Ambos se miraron con expresión que pudiera haber sido
Por su parte, Cayé adquirió muchos más extractos y de espanto, si un mensú no estuvíera perfectamente curado de
lociones y aceites de los necesarios para sahumar hasta la ello. No recordaban haber gastado ni la quinta parte siquiera.
náusea su ropa nueva; mientras Podeley, más juicioso, optaba -¡Añá ... - murmuró Cayé-. No voy a cumplir
por un traje de paño. Posiblemente pagaron muy cara una nunca ...
cuenta entreoída y abonada con un montón de papeles tirados y desde ese momento adquirió sencillamente -como
al mostrador. Pero de todos modos una hora después lanzaban justo castigo de su despilfarro- la idea de escaparse de allá.
a un coche descubierto sus flamantes personas, calzados de La legitimidad de su vida en Posadas era, sin embargo,
botas, poncho al hombro -y revólver 44 en el cinto, desde tan evidente para él, que sintió celos del mayor adelanto
luego-, repleta la ropa de cigarrillos, que deshacían torpe acordado a Podeley.
mente entre los dientes, y dejando caer de cada bolsillo la -Vos tenés suerte ... -dijo-. Grande, tu anticipo ...
punta de un pañuelo de color. Acompañábanlos dos mucha -Vos traés compañera -objetó Podeley-. Eso te
chas orgullosas de esa opulencia, cuya magnitud se acusaba en cuesta para tu bolsillo ...
la expresión un tanto hastiada de los mensú, arrastrando su Cayé miró a su mujer; y aunque la belleza y otras
coche mañana y tarde por las calles caldeadas, una infección cualidades de orden más moral pesan muy poco en la elección de
de tabaco y extractos de obraje. un mensú, quedó satisfecho. La muchacha deslumbraba,
La noche llegaba por fin, y con ella la bailan ta, donde las efectivamente, con su traje de raso, falda verde y blusa amarilla;
mismas damiselas avisadas inducían a beber a los mensú, cuya lucía en el cuello sucio un tiiple collar de perlas; calzaba zapatos
realeza en dinero les hacía lanzar diez pesos por una botella de Luis XV, tenía las mejillas brutalmente pintadas y un desdeñoso
cerveza, para recibir en cambio un peso y cuarenta centavos, cigarro de hoja bajo los párpados entornados.
que guardaban sin ojear siquiera. Cayé consideró a la muchacha y su revólver 44: ambas
Así, después de constantes derroches de nuevos adelan cosas eran realmente lo único que valía de cuanto llevaba con
tos -necesidad irresistible de compensar con siete días de él. y aun el 44 corría el riesgo de naufragar tras el anticipo,
por minúscula que fuera su tentación de tallar.
gran señor las miserias del obraje-, los mensú volvieron a Sobre un baúl de punta, en efecto, los mensú jugaban
remontar el río en el Sílex. Cayé llevó compañera, y los tres, concienzudamente al monte cuanto tenían. Cayé observó un
borrachos como los demás peones, se instalaron junto a la rato riéndose, como se ríen siempre los peones cuando están
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