Page 69 - Cuentos de Amor locura y Muerte
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rumbo que debía seguir. Al pasar frente al ranc � o dio un s lo atravesó, sin embargo, braceando entre la paja restallante y
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cuantos pasos en dirección al pozo y se desvaneció progresi polvorienta por el barro que dejaban las crecientes, ahogado
vamente en la cruda luz. de fatiga y acres vahos de nitratos.
Míster Jones bajó; no tenía sueño. Disponíase a prose Salió por fin y se detuvó en la linde; pero era imposible
guir el montaje de la carpidora, cuando vio llegar inesperada permanecer quieto bajo ese sol y ese cansancio. Marchó de
mente al peón a caballo. A pesar de su orden, tenía que haber nuevo. Al calor quemante que crecía sin cesar desde tres días
galopado para volver a esa hora. Apenas libre y concluida su atrás,.agregábase ahora el sofocamiento del tiemp·o descom
misión, el pobre caballo, en cuyos ijares era imposible contar puesto. El cielo estaba blanco y no se sentía un soplo de viento.
los latidos, tembló agachando la cabeza y cayó de costado. El aire faltaba, con angustia cardíaca, que no permitía concluir
Míster Jones mandó a la chacra, todavía de sombrero Y la respiración.
rebenque, al peón para no echarlo si continuaba oyendo sus Míster Jones adquirió el convencimiento de que había
jesuíticas disculpas. traspasado su límite de resistencia. Desde hacía rato le golpea
Pero los perros estaban contentos. La Muerte, que bus ba en los oídos el latido de las carótidas. Sentíase en el aire,
caba a su patrón, se había conformado con el caballo. Sentían se como si dentro de la cabeza le empujaran el cráneo hacia
alegres, libres de preocupación, y en consecuencia disponíanse arriba. Se mareaba mirando el pasto. Apresuró la marcha para
a ir a la chacra tras el peón, cuando oyeron a míster Jones que acabar con eso de una vez ... Y de pronto volvió en sí y se halló
le gritaba, pidiéndole el tornillo. No había tomillo: el almacén en distinto paraje: había caminado media cuadra sin darse
estaba cerrado, el encargado dormía, etc. Míster Jones, sin cuenta de nada. Miró atrás, y la cabeza se le fue en un nuevo
replicar, descolgó su casco y salió él mismo en busca d l vértigo.
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utensilio. Resistía el sol como un peón y el paseo era maravi Entretanto, los perros seguían tras él, trotando con toda
lloso contra su mal humor. la lengua afuera. A veces, asfixiados, deteníanse en la sombra
Los perros salieron con él, pero se detuvieron a la de un espartillo; se sentaban precipitando su jadeo, para volver
sombra del primer algarrobo; hacía demasiado calor. Desde en seguida al tormento del sol. Al fin, como la casa estaba ya
allí, firmes en las patas, el ceño contraído y atento, veían próxima, apuraron el trote.
alejarse a su patrón. Al fin el temor a la soledad pudo más y con Fue en ese momento cuando Old, que iba delante, vio
agobiado trote sigu_ieron tras él. tras el alambrado de la chacra a míster Jones, vestido de
Míster Jones obtuvo su tomillo y volvió. Para acortar blanco, que caminaba hacia ellos. El cachorro, con súbito
distancia, desde luego, evitando la polvorienta curva del recuerdo, volvió la cabeza al patrón, y confrontó.
camino, marchó en línea recta a su chacra. Llegó al riacho y se -¡La muerte, la muerte! -aulló.
internó en el pajonal, el diluviano pajonal del Saladito, que ha Los otros lo habían visto también y ladraban erizados.
crecido, secado y retoñado desde que hay paja en el mundo, sin Vieron que míster Jones atravesaba el alambrado, y por un
conocer fuego. Las matas, arqueadas en bóveda a la altura del instante creyeron que se iba a equivocar; pero al llegar a cien
pecho, se entrelazan en bloE¡ues macizos. La tarea de cruzarlo, metros se detuvo, miró el grupo con sus ojos celestes y marchó
seria ya con día fresco, era muy dura a esa hora. Míster Jones adelante.
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