Page 73 - Cuentos de Amor locura y Muerte
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do a lo largo de la línea del monte. Y aquí estaba la causa del   labios a medio centímetro de las duras hojas. La decepción
 trastorno del alazán: la entrada de la senda formaba una línea   pudo haber  sido grande; mas los caballos, si bien golosos,
 sumamente oblicua con el camino de los caballos, de modo   aspiraban  sobre  todo  a  pasear.  De  modo  que  cortando
 que el alazán, acostumbrado a recorrer éste de sur a norte y   oblicuamente el yerba! prosiguieron su camino, hasta que un
 jamás de norte a sur, no hubiera hallado nunca la brecha.   nuevo  alambrado  contuvo a  la pareja.  Costeáronlo  con
 En  un  instante,  el  viejo  caballo  estuvo  unido  a  su   tranquilidad grave y paciente, llegando así a una tranquera
 compañero; y juntos entonces, sin más preocupación que la de   abierta para su dicha, y los paseantes se vieron de repente en
 despuntar torpemente las palmeras jóvenes, los dos caballos   pleno camino real.
 decidieron alejarse del malhadado potrero que sabían ya de   Ahora bien, para los caballos, aquello que acababan de
 memoria.   hacer tenía todo el aspecto de una proeza. Del potrero abmTidor
 El monte, sumamente raleado, permitía un fácil avance,   a la libertad presente, había infinita distancia. Mas por infinita
 aun a caballos. Del bosqu� no quedaba en verdad sino una   que fuera,  los  caballos  pretendían prolongarla aún;  y  así,
 franja de doscientos metros de ancho. Tras él, una capuera de   después de observar con perezosa atención los alrededores,
 dos años se empenachaba de tabaco salvaje. El viejo alazán,   quitáronse  mutuamente la caspa del  pescuezo y en mansa
 que en su juventud había correteado capueras  hasta  vivir   felicidad prosiguieron su aventura.
 perdido seis meses en ellas, dirigió la marcha y en media hora   El día, en verdad,  la favorecía. La bruma matinal de
 los  tabacos  inmediatos  quedaron desnudos de hojas hasta   Misiones  acababa  de disiparse  del  todo,  y  bajo  el  cielo,
 donde alcanza un pescuezo de caballo.   súbitamente azul, el paisaje brillaba de esplendorosa claridad.
 Caminando,  comiendo,  curioseando,  el  alazán  y  el   Desde la loma, cuya cumbre ocupaban en  ese momento los
 malacara cruzaron la capuera hasta  que  un alambrado los   dos  caballos, el camino de tierra colorada cortaba el pasto
 detuvo.   delante de ellos con precisión admirable, descendía al valle
 -Un alambrado -dijo el alazán.  blanco de espartillo helado para tornar a subir hasta el monte
 -Sí  alambrado  -asintió  el  malacara-.  Y  ambos,  lejano. El viento, muy frío, cristalizaba aún más la claridad
 ,
 pasando la cabeza sobre el hilo superior, contemplaron aten­  de la mañana de oro, y los caballos, que sentían de frente el
 tamente. Desde allí se veía un alto pastizal de viejo rozado,   sol, casi horizontal todavía, entrecerraban los ojos al dichoso
 blanco por la helada; un bananal y una plantación nueva. Todo   deslumbramiento.
 ello poco tentador, sin duda; pero los caballos entendían ver   Seguían as-í, solos y gloriosos de libertad en el camino
 eso, y uno tras otro siguieron el alambrado a la derecha.   encendido de luz, hasta que al doblar una punta de monte
 Dos minutos después pasaban: un árbol seco, en pie por   vieron a  orillas  del  camino cierta extensión  de un verde
 el fuego, había caído sobre los hilos. Atravesaron la blancura   inusitado. ¿Pasto? Sin duda. Mas en pleno invierno ...
 del pasto helado en ·que sus pasos no sonaban, y bordeando el   Y  con  las  narices dilatadas de gula,  los caballos  se
 rojizo bananal, quemado por la escarcha, vieron entonces de   acercaron al alambrado. ¡Sí, pasto fino, pasto admirable! ¡Y
 cerca qué eran aquellas plantas nuevas.   entrarían ellos, los caballos libres!
 -Es ·yerba -constató el malacara, con sus trémulos  Hay que advertir que el alazán y el malacara poseían


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