Page 67 - Cuentos de Amor locura y Muerte
P. 67
Los otros, sin responderle, rompieron a ladrar con furia, buscar las mulas y las unció a la carpidora, trabajando has talas
siempre en actitud temerosa. Pero míster Jones se desvanecía nueve. No estaba satisfecho, sin embargo. Fuera de que la
ya en el aire ondulante. tierra no había sido nunca bien rastreada, las cuchillas no
Al oír los ladridos, los peones habían levantado la vista, tenían filo, y con el paso rápido de las mulas, la carpidora
sin distinguir nada. Giraron la cabeza para ver si había entrado saltaba. Volvió con ésta y afiló sus rejas; pero un tornillo, en
algún caballo en la chacra y se doblaron de nuevo. que ya al comprar la máquina había notado una falla, se
Los foxterriers volvieron al paso al rancho. El cachorro, rompió al armarla. Mandó un peón al obraje próximo, reco
erizado aún, se adelantaba y retrocedía con cortos trotes mendándole cuidara del caballo, un buen animal, pero asolea
nerviosos y supo, de la experiencia de sus compañeros, que do. Alzó la cabeza al sol fundente de mediodía e insistió en que
cuando una cosa va a morir, aparece antes. no galopara ni un momento. Almorzó en seguida y subió. Los
-¿ Y cómo saben que ese que vimos no era el patrón perros, que en la mañana no habían dejado un segundo a su
vivo? -preguntó. patrón, se quedaron en los corredores.
-Porque no era.él -le respondieron, displicentes. La siesta pesaba, agobiada de luz y silencio. Todo el
¡Luego la Muerte, y con ella el cambio de dueño, las contorno estaba brumoso por las quemazones. Alrededor del
miserias, las patadas, estaba sobre ellos! Pasaron el resto de rancho, la tierra blanquizca del patio deslumbraba por el sol a
la tarde al lado de su patrón, sombríos y alerta. Al menor ruido plomo, parecía deformarse en trémulo hervor, que adormecía
gruñían, sin saber hacia dónde. los ojos parpadeantes de los foxterriers.
Por fin el sol se hundió tras el negro palmar del arroyo; -No ha aparecido más -dijo Milk.
y en la calma de la noche plateada los perros se estacionaron Old, al oír aparecido, levantó vivamente las orejas.
alrededor del rancho, en cuyo piso alto, míster Jones Incitado por la evocación, el cachorro se puso en pie y ladró,
recomenzaba su velada de whisky. A medianoche oyeron sus buscando a qué. Al rato calló, entregándose con sus compañe
pasos, luego la caída de las botas en el piso de tablas, y la luz ros a su defensiva cacería de moscas.
se apagó. Los perros, entonces, sintieron más el próximo -No vino más -agregó Isondú.
cambio de dueño; y solos, al pie de la casa dormida, -Había una lagartija bajo el raigón -recordó por
comenzaron a llorar. Lloraban en coro, volcando sus sollozos primera vez Prince.
convulsivos y secos, como masticados, en un aullido de Una gallina, el pico abierto y las alas apartadas del
desolación, que la voz cazadora de Prince sostenía, mientras cuerpo, cruzó el _patio incandescente con su pesado trote de
los otros tomaban el sollozo de nuevo. El cachorro sólo podía calor. Prince la siguió perezosamente con la vista, y saltó de
ladrar. La noche avanzaba y los cuatro perros de edad, golpe.
agrupados a la luz de la luna, el hocico extendido e hinchado -¡Viene otra vez! -gritó.
de lamentos -bien alimentados y acariciados por el dueño Por el norte del patio avanzaba solo el caballo en que
que iban a perder-, continuaban llorando a lo alto su había ido el peón. Los perros se arquearon sobre las patas,
doméstica miseria. ladrando con furia a la Muerte que se acercaba. El caballo
A la mañana siguiente, míster Jones fue él mismo a caminaba con la cabeza baja, aparentemente indeciso sobre el
64 65