Page 105 - Cuentos de Amor locura y Muerte
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igual que las martinetas, saben muy bien desenterrar el grano   poblador  haragán  llega hasta  enseñar  a sus cachorros esta
 adhe i o  ún a la plantita. El tiempo, otra vez de fuego, no   maniobra para aprovecharse ambos de la presa, se compren­
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 perm1t1a m la sombra de nueva plantación, y Fragoso se vio   derá que Cooper perdiera la paciencia, descargando irremisi­
 forzado a ir a San Ignacio en busca de trabajo, llevando al   blemente su escopeta sobre todo ladrón nocturno. Aunque no
 mismo tiempo su perro a Cooper, que él no podía ya entretener   usaba sino perdigones, la lección era asimismo dura.
 poco ni mucho. Lo hacía con verdadera pena, pues las últimas   Así, una noche, en el momento que se iba a acostar,
 aventuras, colocando al foxterrier en su verdadero teatro de   percibió su oído alerta el ruido de las uñas enemigas, tratando
 caza, habían levantado muy alta la estima del cazador por el   de  forzar  el tejido  de  alambre.  Con  un  gesto  de  fastidio
 perrito blanco.   descolgó la escopeta, y saliendo afuera vio una mancha blanca
 En el camino, el foxterrier oyó, lejanas, las explosiones   que avanzaba dentro del patio. Rápidamente hizo fuego, y a
 de los pajonales del yebebirí ardiendo con la sequía; vio a la   los aullidos traspasantes del animal con las patas traseras a la
 vera del bosque a las vacas que, soportando la  nube de tábanos,   rastra,  tuvo  un  fugitivo  sobresalto,  que  no  pudo  explicar.
 empujaban los catiguás con el pecho, avanzando montadas   Llegó hasta el lugar, pero el perro había desaparecido ya, y
 sobre el tronco arqueado hasta alcanzar las hojas.  Vio las   entró de nuevo en la sala.
                -¿Qué  fue,  papá?  -le preguntó  desde  la  cama  su
 rígidas tunas del monte tropical dobladas como velas; y sobre   hija-. ¿Un perro?
 el brumoso horizonte de  las tardes de treinta y ocho y cuarenta   -Sí -repuso Cooper, colgando la escopeta-. Le tiré
 grados, volvió a ver el sol cayendo asfixiado en un círculo  rojo
 y mate.   un poco de cerca  ....
                -¿Grande el perro, papá?
 Media hora después entraban en San Ignacio.
 Siendo ya tarde para llegar hasta lo de Cooper, Fragoso   -No, chico.
 aplazó para la mañana siguiente su visita. Los tres perros,   Pasó un momento.
                -¡Pobre Yaguaí! -prosiguió Julia-. ¡Cómo estará!
 aunque  muertos  de  hambre,  no  se aventuraron  mucho  a   Súbitamente, Cooper recordó la impresión sufrida al
 merodear en país desconocido, con excepción de Yaguaí, al   oír  aullar  al  perro:  algo  de su Yaguaí  había  allí...  Pero
 que  el recuerdo bruscamente despierto de  las viejas carreras   pensando también en cuán remota era esa probalidad,  se
 delante del caballo de Cooper llevaba en línea recta a casa de   durmió tranquilo.
 su amo.        Fue  a  la  mañana  siguiente,  muy  temprano,  cuando
 Las circunstancias anormales por las que pasaba el país   Cooper, siguiendo el rastro de sangre, halló a su foxterrier
 con la sequía de cuatro meses -y es preciso saber lo que esto   muerto al borde del pozo del bananal.
 supone en Misiones- hacían que los perros de los peones, ya   De pésimo humor, volvió a casa, y la primera pregunta
 famélicos  en  tiempo  de  abundancia,  nevaran  sus  pillajes   de Julia fue por el perro chico:
 nocturnos a un grado intolerable. En pleno día, Cooper había   -¿Murió papá?
 tenido ocasión de  perder tres gallinas, arrebatadas  por los   -Sí, allá en el pozo  ... Es Yaguaí.
 perros hacia el monte. Y si se recuerda que el ingenio de un   Cogió la pala, y seguido de sus dos hijos, consternados,


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