Page 104 - Cuentos de Amor locura y Muerte
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igual que las martinetas, saben muy bien desenterrar el grano poblador haragán llega hasta enseñar a sus cachorros esta
adhe i o ún a la plantita. El tiempo, otra vez de fuego, no maniobra para aprovecharse ambos de la presa, se compren
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perm1t1a m la sombra de nueva plantación, y Fragoso se vio derá que Cooper perdiera la paciencia, descargando irremisi
forzado a ir a San Ignacio en busca de trabajo, llevando al blemente su escopeta sobre todo ladrón nocturno. Aunque no
mismo tiempo su perro a Cooper, que él no podía ya entretener usaba sino perdigones, la lección era asimismo dura.
poco ni mucho. Lo hacía con verdadera pena, pues las últimas Así, una noche, en el momento que se iba a acostar,
aventuras, colocando al foxterrier en su verdadero teatro de percibió su oído alerta el ruido de las uñas enemigas, tratando
caza, habían levantado muy alta la estima del cazador por el de forzar el tejido de alambre. Con un gesto de fastidio
perrito blanco. descolgó la escopeta, y saliendo afuera vio una mancha blanca
En el camino, el foxterrier oyó, lejanas, las explosiones que avanzaba dentro del patio. Rápidamente hizo fuego, y a
de los pajonales del yebebirí ardiendo con la sequía; vio a la los aullidos traspasantes del animal con las patas traseras a la
vera del bosque a las vacas que, soportando la nube de tábanos, rastra, tuvo un fugitivo sobresalto, que no pudo explicar.
empujaban los catiguás con el pecho, avanzando montadas Llegó hasta el lugar, pero el perro había desaparecido ya, y
sobre el tronco arqueado hasta alcanzar las hojas. Vio las entró de nuevo en la sala.
-¿Qué fue, papá? -le preguntó desde la cama su
rígidas tunas del monte tropical dobladas como velas; y sobre hija-. ¿Un perro?
el brumoso horizonte de las tardes de treinta y ocho y cuarenta -Sí -repuso Cooper, colgando la escopeta-. Le tiré
grados, volvió a ver el sol cayendo asfixiado en un círculo rojo
y mate. un poco de cerca ....
-¿Grande el perro, papá?
Media hora después entraban en San Ignacio.
Siendo ya tarde para llegar hasta lo de Cooper, Fragoso -No, chico.
aplazó para la mañana siguiente su visita. Los tres perros, Pasó un momento.
-¡Pobre Yaguaí! -prosiguió Julia-. ¡Cómo estará!
aunque muertos de hambre, no se aventuraron mucho a Súbitamente, Cooper recordó la impresión sufrida al
merodear en país desconocido, con excepción de Yaguaí, al oír aullar al perro: algo de su Yaguaí había allí... Pero
que el recuerdo bruscamente despierto de las viejas carreras pensando también en cuán remota era esa probalidad, se
delante del caballo de Cooper llevaba en línea recta a casa de durmió tranquilo.
su amo. Fue a la mañana siguiente, muy temprano, cuando
Las circunstancias anormales por las que pasaba el país Cooper, siguiendo el rastro de sangre, halló a su foxterrier
con la sequía de cuatro meses -y es preciso saber lo que esto muerto al borde del pozo del bananal.
supone en Misiones- hacían que los perros de los peones, ya De pésimo humor, volvió a casa, y la primera pregunta
famélicos en tiempo de abundancia, nevaran sus pillajes de Julia fue por el perro chico:
nocturnos a un grado intolerable. En pleno día, Cooper había -¿Murió papá?
tenido ocasión de perder tres gallinas, arrebatadas por los -Sí, allá en el pozo ... Es Yaguaí.
perros hacia el monte. Y si se recuerda que el ingenio de un Cogió la pala, y seguido de sus dos hijos, consternados,
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