Page 107 - Cuentos de Amor locura y Muerte
P. 107

�
 fue al  ozo. Julia, después de mirar un rato inmóvil, se acercó
 ?�
 despac10 a soll ar junto al pantalón de Cooper.  LOS PESCADORES DE VIGAS
 -¡Qué h1c1ste, papá!
 -No sabía, cJ:¡iquita  ... Apártate un momento.
 En el bananal  enterró a su perro; apisonó  la tierra  encima
 p
 y regresó  rofundamente disgustado, llevando de la mano a
 �
 s s  ? ºs chicos, que lloraban despacio para que su padre no los  El motivo fue ciertos muebles de comedor que míster Hall no
 smt1era.   tenía aún, y su fonógrafo le sirvió de anzuelo.
                Candiyú lo vio en la oficina provisoria de la  «Yerba
           Company», donde míster Hall maniobraba a puerta abierta.
                Candiyú,  como  buen  indígena,  no  manifestó  sorpresa
           alguna, contentándose con detener su caballo un poco al través
           ante el chorro de luz, y mirar a otra parte. Pero como un inglés
           a la caída de la noche, en mangas de camisa por el calor y con
           una botella de whisky al lado, es cien veces más circunspecto
           que cualquier mestizo, míster Hall no levantó la vista del disco.
           Con  lo  que vencido  y  conquistado,  Candiyú  concluyó  por
           arrimar su caballo a la puerta, en cuyo umbral apoyó el codo.
                -Buenas noches, patrón. ¡Linda música!
                -Sí, linda -repuso míster Hall.
                -¡Linda! -repitió el otro-. ¡Cuánto ruido!
               -Sí, mucho ruido-asintió míster Hall, que hal Jaba sin
           duda oportunas las observaciones de su visitante.
                Candiyú proseguía entretanto:
                -¿Te costó mucho a usted, patrón?
                -Costó ... ¿qué?
                -Ese hablero ... Los mozos que cantan.
                La mirada turbia e inexpresiva de míster Hall se aclaró.
           El contador comercial surgía.
               -¡Oh, cuesta mucho ... ! ¿Usted quiere comprar?
                -Si usted  querés  venderme ... -contestó,  por  decir
           algo, Candiyú, convencido de antemano de la imposibilidad
           de  tal  compra.  Pero  míster  Hall  proseguía  mirándolo con
           pesada fijeza, mientras la membrana saltaba del disco a fuerza
           de marchas metálicas.
 104
                                  105
   102   103   104   105   106   107   108   109   110   111   112