Page 106 - Cuentos de Amor locura y Muerte
P. 106
�
fue al ozo. Julia, después de mirar un rato inmóvil, se acercó
?�
despac10 a soll ar junto al pantalón de Cooper. LOS PESCADORES DE VIGAS
-¡Qué h1c1ste, papá!
-No sabía, cJ:¡iquita ... Apártate un momento.
En el bananal enterró a su perro; apisonó la tierra encima
p
y regresó rofundamente disgustado, llevando de la mano a
�
s s ? ºs chicos, que lloraban despacio para que su padre no los El motivo fue ciertos muebles de comedor que míster Hall no
smt1era. tenía aún, y su fonógrafo le sirvió de anzuelo.
Candiyú lo vio en la oficina provisoria de la «Yerba
Company», donde míster Hall maniobraba a puerta abierta.
Candiyú, como buen indígena, no manifestó sorpresa
alguna, contentándose con detener su caballo un poco al través
ante el chorro de luz, y mirar a otra parte. Pero como un inglés
a la caída de la noche, en mangas de camisa por el calor y con
una botella de whisky al lado, es cien veces más circunspecto
que cualquier mestizo, míster Hall no levantó la vista del disco.
Con lo que vencido y conquistado, Candiyú concluyó por
arrimar su caballo a la puerta, en cuyo umbral apoyó el codo.
-Buenas noches, patrón. ¡Linda música!
-Sí, linda -repuso míster Hall.
-¡Linda! -repitió el otro-. ¡Cuánto ruido!
-Sí, mucho ruido-asintió míster Hall, que hal Jaba sin
duda oportunas las observaciones de su visitante.
Candiyú proseguía entretanto:
-¿Te costó mucho a usted, patrón?
-Costó ... ¿qué?
-Ese hablero ... Los mozos que cantan.
La mirada turbia e inexpresiva de míster Hall se aclaró.
El contador comercial surgía.
-¡Oh, cuesta mucho ... ! ¿Usted quiere comprar?
-Si usted querés venderme ... -contestó, por decir
algo, Candiyú, convencido de antemano de la imposibilidad
de tal compra. Pero míster Hall proseguía mirándolo con
pesada fijeza, mientras la membrana saltaba del disco a fuerza
de marchas metálicas.
104
105