Page 241 - Narraciones extraordinarias
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a través de este que la divinidad obliga al hombre -quiern
          más seguro que esto. La seguridad del h01Tor o  el mal
 o no- a comer. Luego, habiendo querido Dios que el hom­  �
          que un acto lleva consigo, es la fuerza que nos motiva pre­
 bre propagase su especie, hemos descubierto el órgano d
           ·isamente a ejecutarlo. Esta tendencia del mal por  l   l
 la amatividad. De igual forma se hizo con la combativi­    � ��
          110 admite análisis alguno; es un impulso radical y pnmiti­
 dad, y con todos aquello órganos que representan una in­
          vo. Sé que dirán que el insistir en hacer algo que  ben:i s
 clinación pura del pensamiento. Y es en este orden de los  ��  ?
          que no deberíamos hacer, no es más que una modifica ion
 principios humanos que los spurzheimistas -con o sin ra­    �
          de lo que se deriva de la combatividad de la frenologia.
 zón- se han limitado a definir el destino preconcebido del
              Mas  una mínima observación demostrará que esto no
 hombre a raíz de la voluntad e intenciones de su Creador.
          •s cierto: La combatividad frenológica tiene su esencia en
 Hubiera sido mucho más prudente fundar nuestra cla­
          la autodefensa. Su principio busca proteger nuestro bien­
 sificación en lo que el hombre hace habitualmente y en lo
          estar. y tanto su desarrollo como su fin se funda en el de­
 que hace ocasionalmente, en vez de fundarla en la hipóte­
          seo de estar bien. Ahora bien, en el caso de la perversidad
 sis de lo que Dios quiere que él haga. Si no nos es posibl
          el  deseo de estar bien no sólo no se manifiesta, sino que es
 comprender a Dios en sus obras visibles, ¿cómo entende­
          justamente lo contrario.
 remos  sus impenetrables pensamientos? Si tampoco  1 >  ,   .
              Quien consulte a su corazón encontrara la  eJor res­
 comprendemos en sus creaciones objetivas, ¿cómo enten­  r.n
 deríamos sus fases de creación?   puesta a lo anteriormente planteado. Basta con mterrogar
          sinceramente al alma, pues ella no se atreverá a negar que
 La  inducción a posteriori hubiera obligado  a  los
          esta tendencia es radical, característica e incomprensible.
 frenólogos a admitir, como principio primitivo y radical
          Por ejemplo, no existe hombre que niegue que en determi­
 del ser humano, lo que llamamos perversidad. Lo anterior,
          nado  momento ha sentido un vivo deseo de torturar por
 teniendo en cuenta que el sentido que aquí se le da es el d
          medio de ambigüedades a quien lo escucha. El que habla
 un móvil sin motivo o motivado. Es decir, bajo su poder
                                                        q
                                                       _
                                                             ,
 �        sabe perfectamente que esto desagrada, por lo  ue se _es­
 �
 actuam s sin una  in_alidad comprensible o, en otra�pala­
                                                            �
 bras, baJo su  domm10 actuamos por la razón de que n  l'uerza en que su discurso sea claro y comprendido, f cll Y
 deberíamos hacerlo.   breve. Sin embargo, de repente se le ocurre que con ciertas
          acotaciones y paréntesis puede despertar la cólera de su
 Teóricamente no hay razón más irrazonable, pero, sin
         oyente: este impulso crece y se transforma en deseo, el
 embargo, no hay ninguna más fuerte; incluso para algunos
         deseo en anhelo, luego en una necesidad irrefrenable, la
 espíritus es absolutamente irresistible. Para mí, no hay nada
         cual es finalmente satisfecha.
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