Page 240 - Narraciones extraordinarias
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a través de este que la divinidad obliga al hombre -quiern
más seguro que esto. La seguridad del h01Tor o el mal
o no- a comer. Luego, habiendo querido Dios que el hom �
que un acto lleva consigo, es la fuerza que nos motiva pre
bre propagase su especie, hemos descubierto el órgano d
·isamente a ejecutarlo. Esta tendencia del mal por l l
la amatividad. De igual forma se hizo con la combativi � ��
110 admite análisis alguno; es un impulso radical y pnmiti
dad, y con todos aquello órganos que representan una in
vo. Sé que dirán que el insistir en hacer algo que ben:i s
clinación pura del pensamiento. Y es en este orden de los �� ?
que no deberíamos hacer, no es más que una modifica ion
principios humanos que los spurzheimistas -con o sin ra �
de lo que se deriva de la combatividad de la frenologia.
zón- se han limitado a definir el destino preconcebido del
Mas una mínima observación demostrará que esto no
hombre a raíz de la voluntad e intenciones de su Creador.
•s cierto: La combatividad frenológica tiene su esencia en
Hubiera sido mucho más prudente fundar nuestra cla
la autodefensa. Su principio busca proteger nuestro bien
sificación en lo que el hombre hace habitualmente y en lo
estar. y tanto su desarrollo como su fin se funda en el de
que hace ocasionalmente, en vez de fundarla en la hipóte
seo de estar bien. Ahora bien, en el caso de la perversidad
sis de lo que Dios quiere que él haga. Si no nos es posibl
el deseo de estar bien no sólo no se manifiesta, sino que es
comprender a Dios en sus obras visibles, ¿cómo entende
justamente lo contrario.
remos sus impenetrables pensamientos? Si tampoco 1 > , .
Quien consulte a su corazón encontrara la eJor res
comprendemos en sus creaciones objetivas, ¿cómo enten r.n
deríamos sus fases de creación? puesta a lo anteriormente planteado. Basta con mterrogar
sinceramente al alma, pues ella no se atreverá a negar que
La inducción a posteriori hubiera obligado a los
esta tendencia es radical, característica e incomprensible.
frenólogos a admitir, como principio primitivo y radical
Por ejemplo, no existe hombre que niegue que en determi
del ser humano, lo que llamamos perversidad. Lo anterior,
nado momento ha sentido un vivo deseo de torturar por
teniendo en cuenta que el sentido que aquí se le da es el d
medio de ambigüedades a quien lo escucha. El que habla
un móvil sin motivo o motivado. Es decir, bajo su poder
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� sabe perfectamente que esto desagrada, por lo ue se _es
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actuam s sin una in_alidad comprensible o, en otra�pala
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bras, baJo su domm10 actuamos por la razón de que n l'uerza en que su discurso sea claro y comprendido, f cll Y
deberíamos hacerlo. breve. Sin embargo, de repente se le ocurre que con ciertas
acotaciones y paréntesis puede despertar la cólera de su
Teóricamente no hay razón más irrazonable, pero, sin
oyente: este impulso crece y se transforma en deseo, el
embargo, no hay ninguna más fuerte; incluso para algunos
deseo en anhelo, luego en una necesidad irrefrenable, la
espíritus es absolutamente irresistible. Para mí, no hay nada
cual es finalmente satisfecha.
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