Page 238 - Narraciones extraordinarias
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fombra negra, y el cuerpo sin vida del príncipe se desplo­                EL DEMONIO DE LA PERVERSIDAD
            mó en el suelo. Poseídas por el coraje de la desesperación,
            una multitud de máscaras se precipitó hacia el salón ne­
           gro, pero, apoderándose del extraño que permanecía rígi­
           do e inmóvil a la sombra del reloj de ébano, retrocedieron
           aterrorizados al descubrir que tan horrible máscara y mor­
           taja no contenían ninguna figura tangible.
               Y entonces reconocieron la  presencia  de la Muerl
           Roja. Había entrado como un ladrón en la noche. Uno a
           uno cayeron los convidados en las salas manchadas de san­
           gre, y cada uno murió en la horrible actitud de su caída. Lu               En el estudio de las facultades e impulsos de la prima
           vida del reloj de ébano desapareció tras la última muert               mobilia del alma humana, los frenólogos han olvidado una
           de los cortesanos. Y se extinguieron las llamas de los bra­            tendencia que, aunque existe como un sentimiento radic l
                                                                                                                                        �
           seros. Y las tinieblas y la ruina, y la Muerte Roja tuvier  n          y primitivo, también los moralistas pasaron por alto. Y asi,
                                                                                                                         _
                                                                                                                                       �
           todo bajo su dominio.                                                  producto de la arrogancia de la razón, es que todos la h ­
                                                                                                                                  _
                                                                                  mos pasado por alto. No hemos reconocido su ex1stencia
                                                                                                                                      _
                                                                                  sólo por falta de fe y creencia. Jamá se nos  a ocumdo
                                                                                                                              � _
                                                                                                                     �
                                                                                  pensar en ella, no la creímos necesana de algun impulso,
                                                                                  ni siquiera percibimos su necesidad, menos podíamos com­
                                                                                  prender cómo era capaz de actuar en las cosas humanas.
                                                                                      No se puede negar que la frenología, al igua q e la
                                                                                                                                  !  �
                                                                                  metafísica, han sido concebidas a priori, con antenondad.
                                                                                  El intelectual o el lógico, más que un pensador u observa­
                                                                                  dor, creen comprender los designios de  ios, y luego  e
                                                                                                                         �
                                                                                                                                       �
                                                                                  haber ahondado a su gusto en las intenciones de Jehova,
                                                                                  construyen sobre estas sus nuevos sistemas mentales. En
                                                                                  rrenología, por ejemplo, se determinó que uno de los de­
                                                                                                                                   _
                                                                                  signios de Dios era que el hombre comie a, pues bien, se
                                                                                                                         :
                                                                                                                                 _
                                                                                  le ha asignado entonces el órgano de la alimentavzdad Y es
                                   236                                                                      237
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