Page 236 - Narraciones extraordinarias
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bía llamado la atención de nadie. Y lo que en un comienzo              rostro se volvió rojo de rabia:
           fue un susun-o que confa con la noticia,  terminó en un                    -¿Quién se atreve a insultamos con esta broma blas­
           alzado rumor que mostraba desaprobación, sorpresa, es­                 fema? -preguntó con voz ronca a los cortesanos que lo
           panto, horror y repugnancia.                                           rodeaban-. ¡Atrápenlo y desenmascárenlo, para que sepa­
               En una reunión de fantasmas como la que se ha des­                 mos a quién vamos a ahorcar al salir el sol!
           crito, era necesario una aparición del todo fantástica para                Cuando pronunció estas palabras, el príncipe se en­
           causar tal conmoción. El desenfreno de aquel carnaval no               contraba en el salón azul. Su voz resonó clara y fuerte a
           tenía límites, pero la nueva máscara sobrepasaba la extra­             través de los siete salones, pues él era un hombre temible
           vagancia, incluso iba más allá de lo que el liberal criterio           y robusto, y la música había cesado ante una señal de su
           del príncipe permitía. En el corazón de los más atrevidos              mano. Los cortesanos que se encontraban junto a él se di­
           hay cuerdas que no pueden tocarse sin causar emoción.                  rigieron hacia el intruso, quien se hallaba casi al alcance
          Aún, entre el más depravado, para quien la vida y la muer­              de sus manos y, que con paso seguro y sereno, caminaba
           � e son sólo un juego,  hay cosas con las que no se pude                hacia el príncipe. Pero fue tanto el terror que la audacia del
          Jugar. Los invitados parecían sentir en lo más hondo de su              enmascarado produjo en todos los allí reunidos,  que no
          ser el mal gusto y falta de decoro en el traje y actitud de              hubo quien se atreviera a detenerlo; y así, siguió avanzan­
          aquel desconocido. Su figura alta y flaca estaba envuelta                do, siempre con paso solemne,  mientras los comensales
          con una mortaja. La máscara que ocultaba el rostro era                   despavoridos retrocedían hasta pegarse a las paredes. De
          una fiel reproducción de un cadáver ya rígido, tanto que                 la sala azul pasó a la púrpura, de allí a la verde, luego a la
          era difícil descubrir el truco. Cierto es que aquella concu­             anaranjada, de esta a la blanca y siguió a la violeta sin que
          n-encia hubiese podido soportar, sin aprobar, esta hon-ible              nadie hiciera algún movimiento para detenerlo. Entonces,
          broma. Pero el enmascarado se había atrevido asumir nada                 preso de ira y de vergüenza por la momentánea cobardía,
          menos que la apariencia de la Muerte Raj_ Sus vestiduras                 el príncipe Próspero se abalanzó a través de los seis salo­
          estaban salpicadas de sangre, y su frente y rostro apare­                nes sin que nadie lo siguiera, porque un mortal terror se
          cían manchadas del hon-or escarlata.                                     había apoderado de todos los concurrentes. Puñal en mano
              Cuando la mirada del príncipe Próspero cayó sobre                    se acercó a tres o cuatro pasos de la fantasmal figura, la
          esta imagen espectral -la cual ahora se paseaba solemne­                 cual, al Jlegar al extremo de la sala de terciopelo, se volvió
          mente entre los bailarines como para dar mayor relieve a                 bruscamente y enfrentó a su perseguidor. Se oyó un agudo
          su papel- se estremeció de ten-or y disgusto, pero luego su              grito, mientras el puñal cayó resplandeciente sobre la al-


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