Page 235 - Narraciones extraordinarias
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instrumentos para escuchar la música de las  horas,  y los   ·osas bellas, extrañas, te1Tibles, licenciosas e incluso, re­
 bailarines cesaban sus movimientos.   pugnantes. En resumen, era como una multitud de sueños
 Una perturbación momentánea reconía a todos los asis­  que se movían de un lado a otro, tomando e color de  s
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 tentes y, mientras aún sonaban las campanas, los más efu­  salones, y los ecos de sus pasos parecían venir de la exot1-
 sivos palidecían y los más sensatos y de más edad se pasa   ·a música reinante.
 ban la mano por la frente, como entregándose a una pro   Y, de tiempo en tiempo, suenan las campanas del reloj
 funda meditación o ensueño.  Sin  embargo,  una vez qu   de ébano y todo vuelve a quedar en silencio, menos la voz
 los ecos del reloj cesaban, suaves risas nacían nuevamentl'   del reloj. Los sueños permanecen rígidos, suspendidos en
 en la asamblea; los músicos se miraban sonriendo, cóm   vi tiempo. Luego, los ecos -que no han durado más que un
 plices del mutuo nerviosismo, y se prometían que el próxi   1ninuto- se desvanecen y vuelve la risa leve, la música Y se
 mo tañido del reloj no les provocaría el mismo asombr >.   1cavivan los sueños. Los bailarines se mueven más alegres
 Mas, pasados los tres mil seiscientos segundos de la hora,   que nunca, reflejando el color de los cristales a través de
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 se escuchaban otra vez las fatales campanas y  volvía  111  los cuales fluyen los rayos de los braseros.  Sm embargo,
 turbación y el  desconcierto.   ninguna máscara se acerca a la sala de terciopelo, pues la
 Pese a lo anterior, la fiesta era alegre y magnífica. 1 �I   noche ha avanzado y la luz se filtra cada vez más roja por
 príncipe tenía un gusto especial: de mirada sensible a lo.   los ventanales color sangre, volviendo aterradoras las col­
 colores, despreciaba los caprichos de la moda. Sus plan'.   p,aduras negras para quien pose un pie en este aposento, en
 eran atrevidos y salvajes,  y sus ideas brillaban con unu   donde el sonido del reloj brota más pesado y solemne que
 fantástico esplendor. Hay quienes lo hubieran tachado dl·   vi que alcanzan a sentir los bailarines de las otras salas.
 loco. Sus amigos cortesanos sabían que no era así; hat (11   La fiesta continuaba con su alegre torbellino hasta que
 que verlo, tocarlo para estar seguro de esto.   w oyeron los repiques que anunciaban la medianoche. Calló
 Con ocasión de esta fiesta, el príncipe se había e�crn   vi1Lonces la música, como ya se ha dicho, cesaron los mo­
 gado personalmente de la decoración de los muebles, y s11   vi rnientos de los danzarines y comenzó la ya conocida sen­
 gusto particular había dirigido el estilo de los disfraces. Nn   ·,ación de angustia. Pero el reloj esta vez debía dar doce
 cabía  duda  de  que  eran grotescos:  llenos  d e   detall •   l':tmpanadas y quizás porque ahora tenían más tiempo, se
 deslumbradores, brillantes, otros chocantes y  fantástico.   ,1rnpliaron las meditaciones de los pensativos asistentes,
 Se distinguían figuras arabescas con formas incongru  11   1 11s cuales, entre campanada y campanada, pudieron ad­
 tes; otras fantásticas, dignas de quien ama la locura; habían   vcrli  r dentro de la multitud una máscara que antes no ha-

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