Page 77 - Romeo y Julieta
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\'v'ILL!A!l-1 SHAKESPEARE         ROMEO Y JULIETA


 ESCENA IV   Es el mejor y más valiente de los espadachines. Desafía a
 Una calle   cualquiera, por cualquier cosa. Y guarda el ritmo, la distancia
       y el compás; detiene una estocada, y, ¡uno, dos, a fondo al

 (Entran Benvolio y Mercucio).   pecho! Un matarife vestido de caballero,  un duelista,  un
       espadachín profesional de primera y segunda clase. Domina
 Mercucio: ¿Dónde diablos andará Romeo? ¿Estuvo anoche   el famoso passato, el punto reverso y el par.
 en su casa?
 Benvolio: En casa de su  padre, al menos no. Me lo dijo   Benvolio: ¿Y qué?
 su criado.   Mercucio: Que pertenece a ese círculo de petimetres farsantes,
       de jactanciosos y provocadores. ¡Una buena espada, un hombre
 Mercucio:  ¡Válgame Dios! Esto significa que esa pálida   apuesto,  un mujeriego: las tiene todas! ¿No es lamentable,
 muchachuela, esa Rosalía de duras entrañas, sigue atormen­  querido amigo, que debamos tolerar a estos moscardones,
 tándole. Terminará por volverle loco.   a estos petimetres con sus pardonnez moi, tan ufanos de las
 Benvolio: Teobaldo, el primo del viejo Capuleto, ha escrito   nuevas modas como despreciadores de la antiguas?
 a Romeo a casa de su padre.   (Entra Romeo).
 Mercucio: Sin duda es un desafío.   Benvolio: ¡Aquí tienes a Romeo! ¡Al propio Romeo!
 Benvolio: Romeo contestará.   Mercucio: ¡Placo como un perro! ¡Oh, carne, cómo vas dejando

 Mercucio: Basta saber escribir para contestar una carta.   desnudos a los huesos! Ahora se habrá enfrascado en los versos
 Benvolio: Quiero decir que Romeo tratará como se merece   de Petrarca. Y Laura, comparada con su amada, ahora será para
 al que la escribió.   él apenas una criada, aunque la haya inmortalizado un mejor
 Mercucio: ¡Pobre Romeo! ¡Le han muerto! Le han muerto   poeta; Dido, una fregona; Cleopatra, una gitana; Hero y Elena,
 los negros ojos de esa pálida dama, la canción de amor que   dos rameras; y Ciste, sin más atractivos que sus mediocres ojos
 le traspasó los oídos, la flecha certera de Cupido que le dio   grises. ¡Hala, bonjour, Romeo! Un saludo a la francesa para tus
 en el alma. ¿Podrá, en tal estado, resistir a Teobaldo?   calzas francesas. Anoche nos hiciste una mala jugada.
 Benvolio: Bien. ¿ Y qué habilidades tiene Teobaldo?   Romeo: Buenos días tengáis ambos. ¿De qué mala jugada
 Mercucio: Algunas más que el rey de los gatos, te lo aseguro.   me habláis?




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