Page 62 - Historia de una gaviota y del gato que le enseño a volar - 6° - Septiembre
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Una gata, un gato y un poeta
Zorbas emprendió el camino por los tejados hasta llegar a la
terraza del humano elegido. Al ver a Bubulina recostada entre las
macetas suspiró antes de maullar.
—Bubulina, no te alarmes. Estoy aquí arriba.
—¿Qué quieres? ¿Quién eres? —preguntó alarmada la gata.
—No te vayas, por favor. Me llamo Zorbas y vivo cerca de aquí.
Necesito que me ayudes. ¿Puedo bajar?
La gata le hizo un gesto con la cabeza. Zorbas saltó hasta la
terraza y se sentó sobre las patas traseras. Bubulina se acercó a
olerlo.
—Hueles a libro, a humedad, a ropa vieja, a pájaro, a polvo, pero
tu pelo está limpio —aprobó la gata.
—Son los olores del bazar de Harry. No te extrañes si también
huelo a chimpancé —le advirtió Zorbas.
Una suave música llegaba hasta la terraza.
—Qué bonita música —comentó Zorbas.
—Vivaldi. Las cuatro estaciones. ¿Qué quieres de mí? —quiso
saber Bubulina.
—Que me invites a pasar y me presentes a tu humano —contestó
Zorbas.
—Imposible. Está trabajando y nadie, ni siquiera yo, puede
importunarlo —respondió la gata.
—Por favor, es algo muy urgente. Te lo pido en nombre de todos
los gatos del puerto —imploró Zorbas.
—¿Para qué quieres verlo? —preguntó Bubulina con desconfianza.
—Debo maullar con él —respondió Zorbas con decisión.
—¡Eso es tabú! —maulló Bubulina con la piel erizada—. ¡Lárgate
de aquí!
—No. Y si no quieres invitarme a pasar, ¡pues que venga él! ¿Te
gusta el rock, gatita?
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