Page 59 - Historia de una gaviota y del gato que le enseño a volar - 6° - Septiembre
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—Reconozcamos que somos incapaces de enseñarle a volar y que
                  tenemos que buscar ayuda allende el mundo de los gatos —sugirió
                  Zorbas.
                       —Maúlla claro,  caro amico. ¿Adónde quieres llegar? —preguntó
                  serio Colonello.
                       —Pido autorización para romper el tabú por primera y última vez
                  en mi vida —solicitó Zorbas mirando a los ojos a sus compañeros.
                       —¡Romper el tabú! —maullaron los gatos sacando las garras y
                  erizando los lomos.
                       «Maullar el idioma de los humanos es tabú.» Así rezaba la ley de
                  los gatos, y no porque ellos no tuvieran interés en comunicarse con
                  los humanos. El gran riesgo estaba en la respuesta que darían los
                  humanos. ¿Qué harían con un gato hablador? Con toda seguridad lo
                  encerrarían en una  jaula para someterlo a  toda clase de pruebas
                  estúpidas,   porque   los   humanos   son   generalmente   incapaces   de
                  aceptar que un ser diferente a ellos los entienda y trate de darse a
                  entender. Los gatos conocían, por ejemplo, la triste suerte de los
                  delfines, que se habían comportado de manera inteligente con los
                  humanos   y   éstos   los   habían   condenado   a   hacer   de   payasos   en
                  espectáculos acuáticos. Y sabían también de las humillaciones a que
                  los humanos someten a cualquier animal que se muestre inteligente y
                  receptivo   con   ellos.   Por   ejemplo,   los   leones,   los   grandes   felinos
                  obligados a vivir entre rejas y a que un cretino les meta la cabeza en
                  las   fauces;   o   los   papagayos,   encerrados   en   jaulas   repitiendo
                  necedades. De tal manera que maullar en el lenguaje de los humanos
                  era un riesgo muy grande para los gatos.
                       —Quédate junto a Afortunada. Nosotros nos retiramos a debatir tu
                  petición —ordenó Colonello.
                       Largas horas duró la reunión a puerta cerrada de los gatos. Largas
                  horas   durante   las   cuales   Zorbas   permaneció   echado   junto   a   la
                  gaviota, que no ocultaba la tristeza que le producía el no saber volar.
                       Era ya de noche cuando acabaron. Zorbas se acercó a ellos para
                  conocer la decisión.
                       —Los gatos del puerto te autorizamos a romper el tabú por una
                  sola vez. Maullarás con un solo humano, pero antes decidiremos entre
                  todos con cuál de ellos —declaró solemne Colonello.



























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