Page 61 - Historia de una gaviota y del gato que le enseño a volar - 6° - Septiembre
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puerto pasaban lentamente frente a ella, luciendo la elasticidad de
sus cuerpos, el brillo de sus pieles prolijamente aseadas, la longitud
de sus bigotes, el garbo de sus rabos tiesos, con intención de
impresionarla, pero Bubulina se mostraba indiferente y no aceptaba
más que el cariño de un humano que se instalaba en la terraza frente
a una máquina de escribir.
Era un humano extraño, que a veces reía después de leer lo que
acababa de escribir, y otras veces arrugaba los folios sin leerlos. Su
terraza estaba siempre envuelta por una música suave y melancólica
que adormecía a Bubulina, y provocaba hondos suspiros a los gatos
que pasaban por allí.
—¿El humano de Bubulina? ¿Por qué él? —consultó Colonello.
—No lo sé. Ese humano me inspira confianza —reconoció Zorbas
—. Le he oído leer lo que escribe. Son hermosas palabras que alegran
o entristecen, pero siempre producen placer y suscitan deseos de
seguir escuchando.
—¡Un poeta! Lo que ese humano hace se llama poesía. Tomo
diecisiete, letra «P» de la enciclopedia —aseguró Sabelotodo.
—¿Y qué té lleva a pensar que ese humano sabe volar? —quiso
saber Secretario.
—Tal vez no sepa volar con alas de pájaro, pero al escucharlo
siempre he pensado que vuela con sus palabras —respondió Zorbas.
—Los que estén de acuerdo con que Zorbas maúlle con el humano
de Bubulina que levanten la pata derecha —ordenó Colonello.
Y así fue como le autorizaron a maullar con el poeta.
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