Page 54 - Historia de una gaviota y del gato que le enseño a volar - 6° - Septiembre
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Aprendiendo a volar
—Antes de empezar revisaremos por última vez los aspectos
técnicos —maulló Sabelotodo.
Desde la parte más alta de una estantería, Colonello, Secretario,
Zorbas y Barlovento observaban atentamente lo que ocurría abajo.
Allí estaban Afortunada, de pie en el extremo de un pasillo que habían
denominado pista de despegue, y Sabelotodo al otro extremo,
inclinado sobre el tomo doce, letra «L» de la enciclopedia. El volumen
estaba abierto en una de las páginas dedicadas a Leonardo Da Vinci,
y en ellas se veía un curioso artefacto bautizado «máquina de volar»
por el gran maestro italiano.
—Por favor, comprobemos primero la estabilidad de los puntos de
apoyo a y b —indicó Sabelotodo.
—Probando puntos de apoyo a y b —repitió Afortunada saltando
primero sobre la pata izquierda y luego sobre la derecha.
—Perfecto. Ahora probaremos la extensión de los puntos c y d —
maulló Sabelotodo, que se sentía tan importante como un ingeniero
de la NASA.
—Probando extensión de los puntos c y d —obedeció Afortunada
extendiendo las dos alas.
—¡Perfecto! —indicó Sabelotodo—. Repitamos todo una vez más.
—¡Por los bigotes del rodaballo! ¡Déjala volar de una vez! —
exclamó Barlovento.
—¡Le recuerdo que soy responsable técnico del vuelo! —contestó
Sabelotodo—. Todo debe estar convenientemente asegurado, pues de
lo contrario las consecuencias pueden ser terribles para Afortunada.
¡Terribles!
—Tiene razón. Él sabe lo que hace —opinó Secretario.
—Es exactamente lo que yo iba a maullar —refunfuñó Colonello—.
¿Dejará usted alguna vez de quitarme los maullidos de la boca?
Afortunada estaba allí, a punto de intentar su primer vuelo,
porque la última semana habían ocurrido dos hechos que hicieron
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