Page 55 - Historia de una gaviota y del gato que le enseño a volar - 6° - Septiembre
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comprender a los gatos que la gaviota deseaba volar, aunque
ocultara muy bien su deseo.
El primero ocurrió cierta tarde en que Afortunada acompañó a los
gatos a tomar el sol en el tejado del bazar de Harry. Tras disfrutar una
hora de los rayos del sol, vieron a tres gaviotas volando arriba, muy
arriba.
Se las veía hermosas, majestuosas, recortadas contra el azul del
cielo. A ratos parecían paralizarse, flotar simplemente en el aire con
las alas extendidas, pero bastaba un leve movimiento para que se
desplazaran con una gracia y una elegancia que despertaban envidia,
y daban ganas de estar con ellas allá arriba. De pronto los gatos
dejaron de mirar al cielo y posaron sus ojos en Afortunada. La joven
gaviota observaba el vuelo de sus congéneres y, sin darse cuenta,
extendía las alas.
—Miren eso. Quiere volar —comentó Colonello.
—Sí, es hora de que vuele —aprobó Zorbas—. Ya es una gaviota
grande y fuerte.
—Afortunada, ¡vuela! ¡Inténtalo! —le animó Secretario.
Al oír los maullidos de sus amigos, Afortunada plegó las alas y se
acercó a ellos. Se tumbó junto a Zorbas y empezó a hacer sonar el
pico simulando que ronroneaba.
El segundo hecho ocurrió al día siguiente, cuando los gatos
escuchaban una historia de Barlovento.
—... y como les maullaba, las olas eran tan altas que no podíamos
ver la costa y, ¡por la grasa del cachalote! para colmo de males,
teníamos la brújula descompuesta. Cinco días y sus noches
llevábamos en medio del temporal, sin saber si navegábamos hacia el
litoral o si nos internábamos mar adentro. Entonces, cuando nos
sentíamos perdidos, el timonel vio la bandada de gaviotas. ¡Qué
alegría, compañeros! Pusimos proa siguiendo el vuelo de las gaviotas
y conseguimos llegar a tierra firme. ¡Por los colmillos de la barracuda!
Esas gaviotas nos salvaron la vida. Si no las hubiéramos visto, yo no
estaría aquí maullándoles el cuento.
Afortunada, que siempre seguía con mucha atención las historias
del gato de mar, lo escuchaba con los ojos muy abiertos.
—¿Las gaviotas vuelan en días de tormenta? —preguntó.
—¡Por las descargas de la anguila! Las gaviotas son las aves más
fuertes del universo —aseguró Barlovento—. No hay pájaro que sepa
volar mejor que una gaviota.
Los maullidos del gato de mar calaban muy profundamente en el
corazón de Afortunada. Golpeaba el suelo con las patas y su pico se
movía nervioso.
—¿Quieres volar, señorita? —inquirió Zorbas.
Afortunada los miró uno a uno antes de responder.
—¡Sí! ¡Por favor, enséñenme a volar!
Los gatos maullaron su alegría y enseguida se pusieron patas a la
obra. Habían esperado largamente aquel momento. Con toda la
paciencia que caracteriza a los gatos habían esperado a que la joven
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