Page 11 - Un-mundo-feliz-Huxley
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de estabilidad, el 632 después de Ford, a nadie se le hubiese ocurrido
preguntarlo.
—Empezaré por el principio —dijo el director.
Y los más celosos estudiantes anotaron la intención del director en sus
blocs de notas: «Empieza por el principio».
—Esto —siguió el director, con un movimiento de la mano— son las
incubadoras. —Y abriendo una puerta aislante les enseñó hileras y más hileras
de tubos de ensayo numerados—. La provisión semanal de óvulos —explicó—.
Conservados a la temperatura de la sangre; en tanto que los gametos masculinos
—y al decir esto abrió otra puerta— deben ser conservados a treinta y cinco
grados de temperatura en lugar de treinta y siete. La temperatura de la sangre
esterilizada.
Los moruecos envueltos en termógeno no engendran corderillos.
Sin dejar de apoyarse en las incubadoras, el director ofreció a los nuevos
alumnos, mientras los lápices corrían ilegiblemente por las páginas, una breve
descripción del moderno proceso de fecundación. Primero habló, naturalmente,
de sus prolegómenos quirúrgicos, la operación voluntariamente sufrida para el
bien de la Sociedad, aparte el hecho de que entraña una prima equivalente al
salario de seis meses; prosiguió con unas notas sobre la técnica de conservación
de los ovarios extirpados de forma que se conserven en vida y se desarrollen
activamente; pasó a hacer algunas consideraciones sobre la temperatura,
salinidad y viscosidad óptimas; prendidos y maduros; y, acompañando a sus
alumnos a las mesas de trabajo, les enseñó en la práctica cómo se retiraba aquel
licor de los tubos de ensayo; cómo se vertía, gota a gota, sobre placas de
microscopio especialmente caldeadas; cómo los óvulos que contenía eran
inspeccionados en busca de posibles anormalidades, contados y trasladados a
un recipiente poroso; cómo (y para ello los llevó al sitio donde se realizaba la
operación) este recipiente era sumergido en un caldo caliente que contenía
espermatozoos en libertad, a una concentración mínima de cien mil por
centímetro cúbico, como hizo constar con insistencia; y cómo, al cabo de diez
minutos, el recipiente era extraído del caldo y su contenido volvía a ser
examinado; cómo, si algunos de los óvulos seguían sin fertilizar, era sumergido
de nuevo, y, en caso necesario, una tercera vez; cómo los óvulos fecundados
volvían a las incubadoras, donde los Alfas y los Betas permanecían hasta que
eran definitivamente embotellados, en tanto que los Gammas, Deltas y
Epsilones eran retirados al cabo de sólo treinta y seis horas, para ser sometidos
al método de Bokanovsky.
—El método de Bokanovsky —repitió el director.
Y los estudiantes subrayaron estas palabras.
Un óvulo, un embrión, un adulto: la normalidad. Pero un óvulo
bokanovskificado prolifera, se subdivide. De ocho a noventa y seis brotes, y cada
brote llegará a formar un embrión perfectamente constituido y cada embrión se
convertirá en un adulto normal. Una producción de noventa y seis seres
humanos donde antes sólo se conseguía uno. Progreso.
—En esencia —concluyó el DIC—, la bokanovskificación consiste en una
serie de paros del desarrollo. Controlamos el crecimiento normal, y
paradójicamente, el óvulo reacciona echando brotes.
«Reacciona echando brotes». Los lápices corrían.
El director señaló a un lado. En una ancha cinta que se movía con gran
lentitud, un portatubos enteramente cargado se introducía en una vasta caja de
metal, de cuyo extremo emergía otro portatubos igualmente repleto. El