Page 8 - Un-mundo-feliz-Huxley
P. 8
persecución, la liquidación y otros síntomas de fricción social, es preciso que los
aspectos positivos de la propaganda sean tan eficaces como los negativos. Los
más importantes Proyectos Manhattan del futuro serán vastas encuestas
patrocinadas por los gobiernos sobre lo que los políticos y los científicos que
intervendrán en ellas llamarán el problema de la felicidad; en otras palabras, el
problema de lograr que la gente ame su servidumbre. Sin seguridad económica,
el amor a la servidumbre no puede llegar a existir; en aras a la brevedad, doy por
sentado resolver el problema de la seguridad permanente. Pero la seguridad
tiende muy rápidamente a darse por sentada. Su logro es una revolución
meramente superficial, externa. El amor a la servidumbre sólo puede lograrse
como resultado de una revolución profunda, personal, en las mentes y los
cuerpos humanos. Para llevar a cabo esta revolución necesitamos, entre otras
cosas, los siguientes descubrimientos e inventos. En primer lugar, una técnica
mucho más avanzada de la sugestión, mediante el condicionamiento de los
infantes y, más adelante, con la ayuda de drogas, tales como la escopolamina.
En segundo lugar, una ciencia, plenamente desarrollada, de las diferencias
humanas, que permita a los dirigentes gubernamentales destinar a cada
individuo dado a su adecuado lugar en la jerarquía social y económica. (Las
clavijas redondas en agujeros cuadrados tienden a alimentar pensamientos
peligrosos sobre el sistema social y a contagiar su descontento a los demás). En
tercer lugar (puesto que la realidad, por utópica que sea, es algo de lo cual la
gente siente la necesidad de tomarse frecuentes vacaciones), un sustitutivo para
el alcohol y los demás narcóticos, algo que sea al mismo tiempo menos dañino y
más placentero que la ginebra o la heroína. Y finalmente (aunque éste sería un
proyecto a largo plazo, que exigiría generaciones de dominio totalitario para
llegar a una conclusión satisfactoria), un sistema de eugenesia a prueba de
tontos, destinado a estandarizar el producto humano y a facilitar así la tarea de
los dirigentes. En Un mundo feliz esta uniformización del producto humano ha
sido llevada a un extremo fantástico, aunque quizá no imposible. Técnica e
ideológicamente, todavía estamos muy lejos de los bebés embotellados y los
grupos de Bokanovsky de adultos con inteligencia infantil. Pero por los
alrededores del año 600 de la Era Fordiana, ¿quién sabe qué puede ocurrir? En
cuanto a los restantes rasgos característicos de este mundo más feliz y más
estable —los equivalentes del soma, la hipnopedia y el sistema científico de
castas—, probablemente no se hallan más que a tres o cuatro generaciones de
distancia. Ya hay algunas ciudades americanas en las cuales el número de
divorcios iguala al número de bodas. Dentro de pocos años, sin duda alguna, las
licencias de matrimonio se expenderán como las licencias para perros, con
validez sólo para un período de doce meses, y sin ninguna ley que impida
cambiar de perro o tener más de un animal a la vez. A medida que la libertad
política y económica disminuye, la libertad sexual tiende, en compensación, a
aumentar. Y el dictador (a menos que necesite carne de cañón o familias con las
cuales colonizar territorios desiertos o conquistados) hará bien en favorecer esta
libertad. En colaboración con la libertad de soñar despiertos bajo la influencia
de los narcóticos, del cine y de la radio, la libertad sexual ayudará a reconciliar a
sus súbditos con la servidumbre que es su destino.
Sopesándolo todo bien, parece como si la Utopía se hallara más cerca de
nosotros de lo que nadie hubiese podido imaginar hace sólo quince años.
Entonces, la situé para dentro de seiscientos años en el futuro. Hoy parece
posible que tal horror se implante entre nosotros en el plazo de un solo siglo. Es
decir, en el supuesto de que sepamos reprimir nuestros impulsos de destruirnos