Page 14 - Un-mundo-feliz-Huxley
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—Y coordinadas todas las tardes.
—En las cuales se basan los cálculos.
—Tantos individuos, de tal y tal calidad —dijo Mr. Foster.
—Distribuidos en tales y tales cantidades.
—El óptimo porcentaje de Decantación en cualquier momento dado.
—Permitiendo compensar rápidamente las pérdidas imprevistas.
—Rápidamente —repitió Mr. Foster—. ¡Si supieran ustedes la cantidad de
horas extras que tuve que emplear después del último terremoto en el Japón!
Rió de buena gana y movió la cabeza.
—Los Predestinadores envían sus datos a los Fecundadores.
—Quienes les facilitan los embriones que solicitan.
—Y los frascos pasan aquí para ser predestinados concretamente.
—Después de lo cual vuelven a ser enviados al Almacén de Embriones.
—Adonde vamos a pasar ahora mismo.
Y, abriendo una puerta, Mr. Foster inició la marcha hacia una escalera que
descendía al sótano.
La temperatura seguía siendo tropical. El grupo penetró en un ambiente
iluminado con una luz crepuscular. Dos puertas y un pasadizo con un doble
recodo aseguraban al sótano contra toda posible infiltración de la luz.
—Los embriones son como la película fotográfica —dijo Mr. Foster,
jocosamente, al tiempo que empujaba la segunda puerta—. Sólo soportan la luz
roja.
Y, en efecto, la bochornosa oscuridad en medio de la cual los estudiantes le
seguían ahora era visible y escarlata como la oscuridad que se divisa con los ojos
cerrados en plena tarde veraniega. Los voluminosos estantes laterales, con sus
hileras interminables de botellas, brillaban como cuajados de rubíes, y entre los
rubíes se movían los espectros rojos de mujeres y hombres con los ojos
purpúreos y todos los síntomas del lupus. El zumbido de la maquinaria llenaba
débilmente los aires.
—Deles unas cuantas cifras, Mr. Foster —dijo el director, que estaba
cansado de hablar.
A Mr. Foster le encantó darles unas cuantas cifras.
Doscientos veinte metros de longitud, doscientos de anchura y diez de
altura. Señaló hacia arriba. Como gallinitas bebiendo agua, los estudiantes
levantaron los ojos hacia el elevado techo.
Tres grupos de estantes: a nivel del suelo, primera galería y segunda
galería.
La telaraña metálica de las galerías se perdía a lo lejos, en todas
direcciones, en la oscuridad. Cerca de ellas, tres fantasmas rojos se hallaban
muy atareados descargando damajuanas de una escalera móvil.
La escalera que procedía de la Sala de Predestinación Social.
Cada frasco podía ser colocado en uno de los quince estantes, cada uno de
los cuales, aunque a simple vista no se notaba, era un tren que viajaba a razón
de trescientos treinta y tres milímetros por hora. Doscientos sesenta y siete días,
a ocho metros diarios. Dos mil ciento treinta y seis metros en total. Una vuelta al
sótano a nivel del suelo, otra en la primera galería, media en la segunda, y, la
mañana del día doscientos sesenta y siete, luz de día en la Sala de Decantación.
La llamada existencia independiente.
—Pero en el intervalo —concluyó Mr. Foster— nos las hemos arreglado
para hacer un montón de cosas con ellos. Ya lo creo, un montón de cosas.