Page 78 - El Príncipe
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pudo resistir una lucha de muchos años; y si al fin perdió algunas ciudades,
conservó, en cambio el reino.
Por consiguiente, estos príncipes nuestros que ocupaban el poder desde
hacía muchos años no acusen a la fortuna por haberlo perdido, sino a su
ineptitud. Como en épocas de paz nunca pensaron que podrían cambiar las
cosas (es defecto común de los hombres no preocuparse por la tempestad
durante la bonanza), cuando se presentaron tiempos adversos, atinaron a
huir y no a defenderse, y esperaron que el pueblo, cansado de los ultrajes de
los vencedores, volviese a llamarlos. Partido que es bueno cuando no hay
otros; pero está muy mal dejar los otros por ése, pues no debernos dejarnos
caer por el simple hecho de creer que habrá alguien que nos recoja. Porque
no lo hay; y si lo hay y acude, no es para salvación nuestra, dado que la
defensa ha sido indigna y no ha dependido de nosotros. Y las únicas
defensas buenas, seguras y durables son las que dependen de uno mismo y
de sus virtudes.