Page 72 - El Príncipe
P. 72

los que combaten entre sí no pueden inspirar ningún temor, mayor es, la
                necesidad de definirse, pues no hacerlo significa la ruina de uno de ellos, al
                que el príncipe, si fuese prudente, debería salvar, porque si vence queda a su

                discreción, y es imposible que con su ayuda no venza.
                   Conviene  advertir  que  un  príncipe  nunca  debe  aliarse  con  otro  más
                poderoso para atacar a terceros, sino, de acuerdo con lo dicho, cuando las
                circunstancias  lo  obligan,  porque  si  venciera  queda  en  su  poder,  y  los
                príncipes deben hacer lo posible por no quedar a disposición de otros. Los
                venecianos,  que,  pudiendo  abstenerse  de  intervenir,  se  aliaron  con  los
                franceses contra el duque de Milán, labraron su propia ruina. Pero cuando

                no se puede evitar, como sucedió a los florentinos en oportunidad del ataque
                de los ejércitos del papa y de España contra la Lombardía, entonces, y por
                las  mismas  razones  expuestas,  el  príncipe  debe  someterse  a  los
                acontecimientos.  Y  que  no  se  crea  que  los  Estados  pueden  inclinarse
                siempre  por  partidos  seguros;  por  el  contrario,  piénsese  que  todos  son
                dudosos; porque acontece en el orden de las cosas que, cuando se quiere

                evitar  un  inconveniente,  se  incurre  en  otro.  Pero  la  prudencia  estriba  en
                saber conocer la naturaleza de los inconvenientes y aceptar el menos malo
                por bueno.
                   El príncipe también se mostrará amante de la virtud y honrará a los que
                se distingan en las artes. Asimismo, dará seguridades a los ciudadanos para
                que puedan dedicarse tranquilamente a sus profesiones, al comercio, a la
                agricultura  y  a  cualquier  otra  actividad;  y  que  unos  no  se  abstengan  de

                embellecer sus posesiones por temor a que se las quiten, y otros de abrir una
                tienda  por  miedo  a  los  impuestos.  Lejos  de  esto,  instituirá  premios  para
                recompensar a quienes lo hagan y a quienes traten, por cualquier medio, de
                engrandecer la ciudad o el Estado. Todas  las ciudades están divididas en
                gremios o corporaciones a las cuales conviene que el príncipe conceda su
                atención.  Reúnase  de  vez  en  vez  con  ellos  y  dé  pruebas  de  sencillez  y

                generosidad, sin olvidarse, no obstante, de la dignidad que inviste, que no
                debe faltarle en, ninguna ocasión.
   67   68   69   70   71   72   73   74   75   76   77