Page 70 - El Príncipe
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Capítulo
Cómo debe comportarse un príncipe para ser
estimado
Nada hace tan estimable a un príncipe como las grandes empresas y el
ejemplo de raras virtudes. Prueba de ello es Fernando de Aragón, actual rey
de España, a quien casi puede llamarse príncipe nuevo, pues de rey sin
importancia se ha convertido en el primer monarca de la cristiandad. Sus
obras, como puede comprobarlo quien las examine, han sido todas grandes,
y algunas extraordinarias. En los comienzos de su reinado tomó por asalto a
Granada, punto de partida de sus conquistas. Hizo la guerra cuando estaba
en paz con los vecinos, y, sabiendo que nadie se opondría, distrajo con ella
la atención de los nobles de Castilla, que, pensando en esa guerra, no
pensaban en cambios políticos, y por este medio adquirió autoridad y
reputación sobre ellos y sin que ellos se diesen cuenta. Con dinero del
pueblo y de la Iglesia pudo mantener sus ejércitos, a los que templó en
aquella larga guerra y que tanto lo honraron después. Más tarde, para poder
iniciar empresas de mayor envergadura, se entregó, sirviéndose siempre de
la iglesia, a una piadosa persecución y despojó y expulsó de su reino a los
“marranos”. No puede haber ejemplo más admirable y maravilloso. Con el
mismo pretexto invadió el África, llevó a cabo la campaña de Italia y
últimamente atacó a Francia, porque siempre meditó y realizó hazañas
extraordinarias que provocaron el constante estupor de los súbditos y
mantuvieron su pensamiento ocupado por entero en el éxito de sus
aventuras. Y estas acciones suyas nacieron de tal modo una tras otra que no
dio tiempo a los hombres para poder preparar con tranquilidad algo en su
perjuicio.
También concurre en beneficio del príncipe el hallar medidas
sorprendentes en lo que se refiere a la administración, como se cuenta que
las hallaba Bernabó de Milán. Y cuando cualquier súbdito hace algo
notable, bueno o malo, en la vida civil, hay que descubrir un modo de