Page 71 - El Príncipe
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recompensarlo o castigarlo que dé amplio tema de conversación a la gente.
                Y,  por  encima  de  todo,  el  príncipe  debe  ingeniarse  por  parecer  grande  e
                ilustre en cada uno de sus actos.

                   Asimismo se estima al príncipe capaz de ser amigo o enemigo franco, es
                decir, al que, sin temores de ninguna índole, sabe declararse abiertamente
                en favor de uno y en contra de otro. El abrazar un partido es siempre más
                conveniente que el permanecer neutral. Porque si dos vecinos poderosos se
                declaran la guerra, el príncipe puede encontrarse en uno de esos casos: que,
                por ser adversarios fuertes, tenga que temer a cualquier cosa de los dos que
                gane la guerra, o que no; en uno o en otro caso siempre le será más útil

                decidirse por una de las partes y hacer la guerra. Pues, en el primer caso, si
                no se define, será presa del vencedor, con placer y satisfacción del vencido;
                y no hallará compasión en aquél ni asilo en éste, porque el que vence no
                quiere amigos sospechosos y que no le ayuden en la adversidad, y el que
                pierde  no  puede  ofrecer  ayuda  a  quien  no  quiso  empuñar  las  armas  y
                arriesgarse en su favor.

                   Antíoco,  llamado  a  Grecia  por  los  etoilos  para  arrojar  de  allí  a  los
                romanos,  mandó  embajadores  a  los  acayos,  que  eran  amigos  de  los
                romanos, para convencerlos de que permaneciesen neutrales. Los romanos
                por  el  contrario,  les  pedían  que  tomaran  armas  a  su  favor.  Se  debatió  el
                asunto en el consejo de los acayos, y cuando el enviado de Antíoco solicitó
                neutralidad, el representante romano replicó “Quod autem isti dicunt non
                interponendi  vos  bello,  nihil  magis  alienum  rebus  vestris  est,  sine  gratia,

                sine dignitate, praemium victoris eritis”.
                   Y siempre verás que aquel que no es tu amigo te exigirá la neutralidad, y
                aquel que es amigo tuyo te exigirá que demuestres tus sentimientos con las
                armas. Los príncipes irresolutos, para evitar los peligros presentes, siguen la
                más  de  las  veces  el  camino  de  la  neutralidad,  y  las  más  de  las  veces
                fracasan. Pero cuando el príncipe se declara valientemente por una de las

                partes, si triunfa aquella a la que se une, aunque sea poderosa y él quede a
                su discreción, estarán unidos por un vinculo de reconocimiento y de afecto;
                y  los  hombres  nunca  son  tan  malvados  que  dando  prueba  de  tamaña
                ingratitud,  lo  sojuzguen.  Al  margen  de  esto,  las  victorias  nunca  son  tan
                decisivas  como  para  que  el  vencedor  no  tenga  que  guardar  algún
                miramiento, sobre todo con respecto a la justicia. Y si el aliado pierde, el
                príncipe será amparado, ayudado por él en ]a medida de lo posible y se hará

                compañero de una fortuna que puede resurgir. En el segundo caso, cuando
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