Page 55 - El Príncipe
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Capítulo
De qué modo los príncipes deben cumplir sus
promesas
Nadie deja de comprender cuán digno de alabanza es el príncipe que
cumple la palabra dada, que obra con rectitud y no con doblez; pero la
experiencia nos demuestra, por lo que sucede en nuestros tiempos, que son
precisamente los príncipes que han hecho menos caso de la fe jurada,
envuelto a los demás con su astucia y reído de los que han confiado en su
lealtad, los únicos que han realizado grandes empresas.
Digamos primero que hay dos maneras de combatir: una, con las leyes;
otra, con la fuerza. La primera es distintiva del hombre; la segunda, de la
bestia. Pero como a menudo la primera no basta, es forzoso recurrir a la
segunda. Un príncipe debe saber entonces comportarse como bestia y como
hombre. Esto es lo que los antiguos escritores enseñaron a los príncipes de
un modo velado cuando dijeron que Aquiles y muchos otros de los
príncipes antiguos fueron confiados al centauro Quirón para que los criara y
educase. Lo cual significa que, como el preceptor es mitad bestia y mitad
hombre, un príncipe debe saber emplear las cualidades de ambas
naturalezas, y que una no puede durar mucho tiempo sin la otra.
De manera que, ya que se ve obligado a comportarse como bestia,
conviene que el príncipe se transforma en zorro y en león, porque el león no
sabe protegerse de las trampas ni el zorro protegerse de los lobos. Hay,
pues, que ser zorro para conocer las trampas y león para espantar a los
lobos. Los que sólo se sirven de las cualidades del león demuestran poca
experiencia. Por lo tanto, un príncipe prudente no debe observar la fe jurada
cuando semejante observancia vaya en contra de sus intereses y cuando
hayan desaparecido las razones que le hicieron prometer. Si los hombres
fuesen todos buenos, este precepto no sería bueno; pero como son
perversos, y no la observarían contigo, tampoco tú debes observarla con
ellos. Nunca faltaron a un príncipe razones legitimas para disfrazar la