Page 52 - El Príncipe
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Capítulo
De la crueldad y la clemencia; y si es mejor ser
amado que temido, o ser temido que amado
Paso a las otras cualidades ya cimentadas y declaro que todos los príncipes
deben desear ser tenidos por clementes y no por crueles. Y, sin embargo,
deben cuidarse de emplear mal esta clemencia, César Borgia era
considerado cruel, pese a lo cual fue su crueldad la que impuso el orden en
la Romaña, la que logró su unión y la que la volvió a la paz y a la fe. Que, si
se examina bien, se verá que Borgia fue mucho más clemente que el pueblo
florentino, que para evitar ser tachado de cruel, dejó destruir a Pistoya. Por
lo tanto, un príncipe no debe preocuparse porque lo acusen de cruel,
siempre y cuando su crueldad tenga por objeto el mantener unidos y fieles a
los súbditos; porque con pocos castigos ejemplares será más clemente que
aquellos que, por excesiva clemencia, dejan multiplicar los desórdenes,
causas de matanzas y saqueos que perjudican a toda una población,
mientras que las medidas extremas adoptadas por el príncipe sólo van en
contra de uno. Y es sobre todo un príncipe nuevo el que no debe evitar los
actos de crueldad, pues toda nueva dominación trae consigo infinidad de
peligros. Así se explica que Virgilio ponga en boca de Dido:
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Res dura et regni novitas me talia cogunt
Moliri, et late fines custode tueri.
Sin embargo, debe ser cauto en el creer y el obrar, no tener miedo de sí
mismo y proceder con moderación, prudencia y humanidad, de modo que
una excesiva confianza no lo vuelva imprudente, y una desconfianza
exagerada, intolerable.
Surge de esto una cuestión: si vale más ser amado que temido, o temido
que amado. Nada mejor que ser ambas cosas a la vez; pero puesto que es
difícil reunirlas y que siempre ha de faltar una, declaro que es más seguro