Page 42 - El Príncipe
P. 42

13



                Capítulo


                De los soldados auxiliares, mixtos y propios



                Las  tropas  auxiliares,  otras  de  las  tropas  inútiles  de  que  he  hablado,  son
                aquellas  que  se  piden  a  un  príncipe  poderoso  para  que  nos  socorra  y
                defienda, tal como hizo en estos últimos tiempos el papa Julio, cuando, a
                raíz del pobre papel que le tocó representar con sus tropas mercenarias en la

                empresa  de  Ferrara,  tuvo  que  acudir  a  las  auxiliares  y  convenir  con
                Fernando, rey de España, que éste iría en su ayuda con sus ejércitos. Estas
                tropas pueden ser útiles y buenas para sus amos, pero para quien las llama
                son casi siempre funestas; pues si pierden, queda derrotado, y si gana, se
                convierte en su prisionero. Y aunque las historias antiguas están llenas de
                estos ejemplos, quiero, sin embargo, detenerme en el caso reciente de Julio

                II,  que  no  pudo  haber  cometido  imprudencia  mayor  para  conquistar  a
                Ferrera que el entregarse por completo en manos de un extranjero. Pero su
                buena estrella hizo surgir una tercera causa, que, de lo contrario, hubiera
                pagado  las  consecuencias  de  su  mala  elección.  Porque  derrotados  sus
                auxiliares en Ravena, aparecieron los suizos, que, contra la opinión de todo
                el mundo, incluso la suya, pusieron en fuga a los vencedores, de modo que
                no quedó prisionero de los enemigos, que habían huido, ni de los auxiliares,

                ya que había triunfado con otras tropas. Los florentinos, que carecían de
                ejércitos propios, trajeron diez mil franceses para conquistar a Pisa; y esta
                resolución  les  hizo  correr  más  peligros  de  los  que  corrieran  nunca  en
                ninguna época. El emperador de Constantinopla, para ayudar a sus vecinos,
                puso en Grecia diez mil turcos, los cuales, una vez concluida la guerra, se
                negaron a volver a su patria; de donde empezó la servidumbre de Grecia

                bajo el yugo de los infieles.
                   Se concluye de esto que todo el que no quiera vencer no tiene más que
                servirse  de  esas  tropas,  muchísimo  más  peligrosas  que  las  mercenarias,
                porque están perfectamente unidas y obedecen ciegamente a sus jefes, con
                lo cual la ruina es inmediata; mientras que las mercenarias, para someter al
   37   38   39   40   41   42   43   44   45   46   47