Page 12 - El Príncipe
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conservarlas. No se trata de milagro alguno, sino de un hecho muy natural y
lógico. Así se lo dije en Nantes al cardenal de Ruán llamado «el Valentino»
como era llamado por el pueblo César Borgia, hijo del papa Alejandro,
ocupaba la Romaña. Como me dijera el cardenal de Ruán que los italianos
no entendían nada de las cosas de la guerra, yo tuve que contestarle que los
franceses entendían menos de las que se refieren al Estado, porque de lo
contrario no hubiesen dejado que la Iglesia adquiriese tanta influencia. Y ya
se ha visto cómo, después de haber contribuído a crear la grandeza de la
Iglesia y de España en Italia, Francia fue arruinada por ellas. De lo cual se
infiere una regla general que rara vez o nunca falla: que el que ayuda a otro
a hacerse poderoso causa su propiaruina. Porque es natural que el que se ha
vuelto poderoso recele de la misma astucia o de la misma fuerza gracias a
las cuales se lo ha ayudado.