Page 11 - El Príncipe
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ambición de Alejandro e impedir que se convirtiese en señor de Toscana, se
vio obligado a volver a Italia. No le bastó haber engrandecido a la Iglesia y
perdido a sus amigos, sino que, para gozar tranquilo del reino de Nápoles,
lo compartió con el rey de España; y donde él era antes árbitro único, puso
un compañero para que los ambiciosos y descontentos de la provincia
tuviesen a quien recurrir; y donde podía haber dejado a un rey tributario
llamó a alguien que podía echarlo a él.
El ansia de conquista es, sin duda, un sentimiento muy natural y común,
y siempre que lo hagan los que pueden, antes serán alabados que
censurados; pero cuando intentan hacerlo a toda costa los que no pueden, la
censura es lícita. Si Francia podía, pues, con sus fuerzas apoderarse de
Nápoles, debía hacerlo; y si no podía, no debía dividirlo. Si el reparto que
hizo de Lombardía con los venecianos era excusable porque le permitió
entrar en Italia, lo otro, que no estaba justificado por ninguna necesidad, es
reprobable. Luis cometió, pues, cinco faltas: aniquiló a los débiles, aumentó
el poder de un poderoso de Italia, introdujo en ella a un extranjero más
poderoso aún, no se estableció en el territorio conquistado y no fundó
colonias. Y, sin embargo, estas faltas, por lo menos en vida de él, podían no
haber traído consecuencias desastrosas si no hubiese cometido la sexta, la
de despojar de su Estado a los venecianos. Porque, en vez de hacer fuerte a
la Iglesia y de poner a España en Italia, era muy razonable y hasta necesario
que los sometiese; pero cometido el error, nunca debió consentir en la ruina
de los venecianos, pues poderosos como eran, habrían mantenido a los otros
siempre distantes de toda acción contra Lombardía, ya porque no lo
hubiesen permitido sino para ser ellos mismos los dueños, ya porque los
otros no hubiesen querido arrebatársela a Francia para dársela a los
venecianos, y para atacar a ambos a la vez les hubiera faltado audacia. Y si
alguien dijese que el rey Luis cedió la Romaña a Alejandro y el Reino a
España para evitar la guerra, contestaría con las razones arriba enunciadas:
que para evitar una guerra nunca se debe dejar que sin desorden siga su
curso, porque no se la evita, sino se la posterga en perjuicio propio. Y si
otros alegasen que el rey había prometido al papa ejecutar la empresa en su
favor para obtener la disolución de su matrimonio y el capelo de Ruán,
respondería con lo que más adelante se dirá acerca de la fe de los príncipes
y del modo de observarla.
El rey Luis ha perdido, pues, la Lombardía por no haber seguido ninguna
de las normas que siguieron los que conquistaron provincias y quisieron