Page 26 - Pedro Páramo
P. 26

Pedro Páramo                                                                     Juan Rulfo


               -¿Quién será? -preguntaba la mujer.
               -Quién sabe -contestaba el hombre.
               -¿Cómo vendría a dar aquí?
               -Quién sabe.
               -Como que le oí decir algo de su padre.
               -Yo también le oí decir eso.
               -¿No andará perdido? Acuérdate cuando cayeron por aquí aquellos que dijeron andar
            perdidos. Buscaban un lugar llamado Los Confines y tú les dijiste que no sabías dónde
            quedaba eso.
               -Sí, me acuerdo; pero déjame dormir. Todavía no amanece.
               -Falta poco. Si por algo te estoy hablando es para que despiertes. Me encomendaste
            que te recordara antes del amanecer. Por eso lo hago. ¡Levántate!
               -¿Y para qué quieres que me levante?
               -No sé para qué. Me dijiste anoche que te despertara. No me aclaraste para qué.
               -En ese caso, déjame dormir. ¿No oíste lo que dijo ése cuando llegó? Que lo dejáramos
            dormir.-Fue lo único que dijo.
               Como que se van las voces. Como que se pierde su ruido. Como que se ahogan. Ya
            nadie dice nada. Es el sueño.
               Y al rato otra vez:
               -Acaba de moverse. Si se ofrece, ya va a despertar. Y si nos mira aquí nos preguntará
            cosas.
               -¿Qué preguntas puede hacernos?
               -Bueno. Algo tendrá que decir, ¿no?
               -Déjalo. Debe estar muy cansado.
               -¿Crees tú?
               -Ya cállate, mujer.
               -Mira, se mueve. ¿Te fijas cómo se revuelca? Igual que si lo zangolotearan por dentro.
            Lo sé porque a mí me ha sucedido.
               -¿Qué te ha sucedido a ti?
               -Aquello.
               -No sé de qué hablas.
               -No hablaría si no me acordara al ver a ése, rebulléndose, de lo que me sucedió a mí la
            primera vez que lo hiciste. Y de cómo me dolió y de lo mucho que me arrepentí de eso.
               -¿De cuál eso?
               -De cómo me sentía apenas me hiciste aquello, que aunque tú no quieras yo supe que
            estaba mal hecho.
               -¿Y hasta ahora vienes con ese cuento? ¿Por qué no te duermes y me dejas dormir?
               -Me pediste que te recordara. Eso estoy haciendo. Por Dios que estoy haciendo lo que
            me pediste que hiciera. ¡Ándale! Ya va siendo hora de que te levantes.
               -Déjame en paz, mujer.
               El hombre pareció dormir. La mujer siguió rezongando; pero con voz muy queda:
               -Ya debe haber amanecido, porque hay luz. Puedo ver a ese hombre desde aquí, y si lo
            veo  es  porque  hay  luz  bastante  para verlo. No tardará en salir el sol. Claro, eso ni se
            pregunta. Si se ofrece, el tal es algún malvado. Y le hemos dado cobijo. No le hace que
            nomás haya sido por esta noche; pero lo escondimos. Y eso nos traerá el mal a la larga...





                                                           29
   21   22   23   24   25   26   27   28   29   30   31