Page 179 - Tokio Blues - 3ro Medio
P. 179

—No importa. Está bien así. ¡Serás tonto! Tú echa tanto como quieras. —Midori se rió y me
               estampó un beso.

                   Al atardecer se fue de compras por allí cerca y preparó la cena. Sentados a la mesa de la
               cocina, bebimos cerveza y comimos tempura y arroz con guisantes.
                   —Watanabe, come mucho y produce montones de semen —dijo Midori—. Luego haré que
               lo expulses con cariño.
                   —Gracias.
                   —Conozco  muchas  técnicas.  Cuando  teníamos  la  tienda,  las  aprendí  leyendo  revistas
               femeninas.  Resulta  que  las  mujeres  embarazadas  no  pueden  hacerlo,  y  hay  suplementos
               especiales que enseñan qué deben hacer durante el embarazo para que el marido no se acueste
               con otras. Hay muchas maneras distintas. ¿No te hace ilusión?
                   —Sí.
                   Tras despedirme de Midori, en el tren de vuelta a casa, desplegué la edición vespertina del
               periódico que había comprado en la estación, pero no me apetecía hojearlo. No comprendí las
               cuatro  líneas  que  me  esforcé  en  leer.  Con  la  vista  clavada  en  una  misteriosa  primera  página,
               pensé  en  qué  haría  a  partir  de  entonces  y  de  qué  modo  cambiarían  las  cosas.  Sentía  cómo  el
               mundo latía a mi alrededor. Exhalé un profundo suspiro y cerré los ojos. No me arrepentía de
               ninguno  de  mis  actos  de  aquel  día,  y  estaba  convencido  de  que,  aun  suponiendo  que  hubiese
               podido volver atrás, no hubiera corregido nada de lo que había sucedido. Hubiera estrechado a
               Midori  entre  mis  brazos  en  la  azotea  bañada  por  la  lluvia,  me  hubiera  quedado  empapado  y,
               dentro de su cama, sus dedos me hubieran hecho eyacular. No dudaba lo más mínimo sobre ello.
               Amaba a Midori  y me  hacía feliz que ella hubiese vuelto a mi lado. Era probable que juntos
               saliéramos adelante. Y Midori, tal como me había dicho ella misma, era una mujer de carne y
               hueso, y su cuerpo cálido se había abandonado entre mis brazos. A duras penas había podido
               reprimir el violento deseo que me empujaba a desnudarla, a penetrarla y hundirme en su cálido
               interior.  Había  sido  incapaz  de  detener  aquellos  dedos  que  rodeaban  mi  pene,  una  vez  había
               empezado a moverlos lentamente. Lo deseaba yo y ella también lo deseaba; nos amábamos desde
               hacía  tiempo.  ¿Quién  podía  evitarlo?  Sí,  amaba  a  Midori.  Probablemente,  antes  ya  debía  de
               saberlo. Pero lo había ignorado durante mucho tiempo.
                   El problema residía en que no podía explicarle a Naoko estas nuevas circunstancias. En otro
               momento, tal vez lo hubiera probado, pero ahora era imposible decirle que me había enamorado
               de otra mujer. Aún amaba a Naoko. Por más que aquel amor se hubiera torcido de una manera
               extraña,  yo  la  amaba  todavía,  sin  duda,  y  el  gran  espacio  que  ella  ocupaba  en  mi  corazón
               permanecía intacto.
                   Lo único que podía hacer era escribir a Reiko y confesárselo todo con franqueza. Llegué a
               casa, me senté en el porche  y, contemplando el jardín en una noche de lluvia, formulé varias
               frases  dentro  de  mi  cabeza.  Después  me  senté  al  escritorio  y  me  puse  a  escribir.  «Tener  que
               escribirte esta carta me produce una gran tristeza», empecé. Le hice un somero resumen de cuál
               había sido mi relación con Midori hasta entonces y le expliqué lo que había surgido aquel día
               entre nosotros.
                            «Siempre he amado a Naoko, y la amo todavía. Pero lo que existe entre Midori
                        y yo es algo definitivo. Es una fuerza a la que me cuesta resistirme, y me da la
                        impresión  de  que  seguirá  arrastrándome  en  el  futuro.  El  amor  que  siento  por
                        Naoko es plácido, dulce y transparente, pero mis sentimientos por Midori son de
                        una naturaleza muy distinta. Se levantan y andan, respiran y laten. Me sacuden de
   174   175   176   177   178   179   180   181   182   183   184