Page 249 - La Odisea alt.
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cálidas vertían los aqueos y por ti se cortaban sus cabelleras. Y del mar surgió

               tu  madre  con  las  diosas  marinas  al  escuchar  la  noticia.  Y  un  clamor  se  iba
               extendiendo  sobre  el  mar,  un  divino  clamor,  y  se  estremecieron  todos  los
               aqueos. Entonces se habrían precipitado a subir a sus cóncavas naves si no los
               hubiera  contenido  un  hombre  sabedor  de  muchas  y  antiguas  experiencias,
               Néstor, cuyo consejo ya antes era considerado el mejor. Éste, con amistosos

               sentimientos, tomó la palabra y dijo:

                   »“¡Deteneos, argivos! ¡No huyáis, hijos de los aqueos! ¡La que viene del
               mar con las diosas marinas es la madre de Aquiles, que acude al encuentro con
               su hijo muerto!”.

                   »Así habló, y se contuvieron el miedo los magnánimos aqueos. A tus lados
               se alinearon las hijas del Viejo del mar, llorando su pena, y te vistieron con
               ropas inmortales. Las nueve Musas en un cántico alternado con hermosa voz
               entonaban los trenos. Allí no habrías visto a ninguno de los argivos que no

               llorara.  A  tal  punto  los  conmovía  la  melodiosa  musa.  Durante  diecisiete
               noches  y  días  seguidos  por  ti  lloramos  las  divinidades  inmortales  y  los
               hombres mortales. Y a la decimoctava te entregamos al fuego. En tu honor
               sacrificamos muchas ovejas muy pingües y vacas de curvos cuernos. Fuiste
               quemado  con  ropas  de  dioses  y  con  abundante  óleo  y  dulce  miel.  Muchos

               héroes aqueos corrieron con sus armas en torno a la ardiente pira, a pie y a
               caballo. Enorme estrépito se produjo. Luego, cuando ya te había consumido el
               ardor  de  Hefesto,  al  alba  recogimos  tus  blancos  huesos,  Aquiles,  y  los
               conservamos en vino puro y en aceite. Tu madre nos proporcionó un ánfora de
               oro. Regalo de Dioniso dijo que era, y obra del muy famoso Hefesto.

                   »En ella yacen tus blancos huesos, ilustre Aquiles, mezclados con los de

               Patroclo, el hijo de Menecio, ya muerto, y aparte de los de Antíloco, al que tú
               apreciabas  por  encima  de  los  demás  compañeros,  una  vez  muerto  Patroclo.
               Junto a ellos te construimos un grande y perfecto túmulo el sagrado ejército de
               los lanceros aqueos, en un promontorio de la ribera, cara al ancho Helesponto,
               para que fuera visible desde lejos a los hombres de la mar, a cuantos ahora
               existen  y  a  quienes  vendrán  después.  Tu  madre  solicitó  a  los  dioses
               espléndidos premios y los puso en medio del certamen para los mejores de los

               aqueos.  Has  presenciado  antes  el  funeral  de  muchos  otros  héroes,  cada  vez
               que, a la muerte de un rey, los jóvenes se aprestan para la competición y se
               disponen  a  los  juegos  fúnebres.  Pero  te  habrías  admirado  muchísimo  al
               contemplar qué espléndidos premios aportó en tu honor la diosa Tetis de pies
               de plata. Fuiste, desde luego, muy querido a los dioses. Así tú ni siquiera al
               morir  perdiste  tu  renombre,  sino  que  conservarás  tu  fama  entre  todas  las

               gentes,  Aquiles.  En  cambio,  a  mí  ¿qué  placer  me  dio  el  haber  concluido  la
               guerra? A mi regreso, en efecto, Zeus me deparó una muerte cruel a manos de
               Egisto y de mi maldita esposa».
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