Page 165 - La Odisea alt.
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»“¡Ahora silencio! Que no me dirija la palabra ninguno de vuestros
compañeros, al encontrarme en la plaza o quizás en la fuente. No sea que
alguien vaya a contárselo al viejo, y él, sospechando, me encierre con una
dolorosa atadura y se lance a urdir vuestra muerte. Conque mantened en la
mente vuestra promesa y apresurad la venta de las mercancías. En cuanto esté
vuestra nave cargada de botín y víveres, mandadme el aviso aprisa a la casa.
Os traeré también oro, cuanto llegue a mis manos, y además, por mi gusto, os
quiero compensar con otro pago el pasaje. Pues tengo a mi cuidado en la casa
al hijo de mi noble amo, que es tan travieso que me sigue corriendo incluso
fuera de las puertas. A ése lo puedo traer a la nave y él puede proporcionaros
un enorme beneficio, cuando lo vendáis a gentes de otro país”.
»Después de hablar así se retiró a la hermosa mansión. Ellos
permanecieron allí, entre nosotros, un año entero, en tanto que atesoraban
mucho botín y víveres en su cóncava nave. Mas cuando el panzudo barco
estuvo ya cargado y a punto de partir, enviaron un mensajero a advertir a la
mujer. Vino a la casa de mi padre un tipo de astucia redomada, que traía un
collar de oro, ensamblado con piezas de ámbar. En el patio las criadas y mi
venerable madre lo sopesaban en sus manos y lo admiraban ante sus ojos
regateando un precio. Él le hizo a ella una seña sin palabras. Y cuando se
volvía aprisa a su cóncava nave, tras darle el aviso, ella me cogió de la mano y
me sacó fuera de mi casa. Encontró en la antesala las copas en las mesas de los
invitados que solían acudir a conversar con mi padre. Éstos se habían ido a la
asamblea y al consejo de la ciudad, y ella al momento escondió tres vasijas en
su regazo y se las llevó. Yo, con total inocencia, la seguía.
»Se hundió el sol y se llenaron de sombra todas las rutas. Nosotros,
apresurándonos, llegamos pronto al famoso puerto donde estaba el veloz navío
de los marineros fenicios. Éstos pronto embarcaron y se lanzaron a navegar las
líquidas sendas, con nosotros a bordo. Zeus les enviaba un viento favorable.
»Navegamos sin parar seis jornadas, noche y día. Pero cuando Zeus
Crónida nos deparó el séptimo día, entonces la flechera Ártemis asaeteó a la
mujer, y cayó con un repentino golpe en la cala, como una gaviota. La
arrojaron por la borda para pasto de focas y peces. Entre tanto yo me quedé
afligido en mi corazón. Y el viento y el agua que los llevaban los arrimaron a
Ítaca. Aquí me compró Laertes con su propio peculio. Y así vi yo con mis ojos
esta tierra».
Contestó entonces Odiseo de divino linaje con estas palabras:
«Eumeo, me has conmovido a fondo el ánimo en mi pecho, al relatar punto
por punto cuántas penas has sufrido en tu corazón. Pero, con todo, para ti junto
al daño puso un alivio Zeus, ya que después de mucho sufrir llegaste a la casa
de un hombre benévolo, que te ofrece comida y bebida con su afecto, y vives