Page 151 - La Odisea alt.
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»Así  que,  cuando  ya  dejábamos  atrás  Creta  y  no  había  a  la  vista  tierra
               alguna, sino sólo cielo y mar, entonces el Crónida colocó una nube negra sobre
               la cóncava nave y el mar quedó en sombras bajo ella. Zeus tronó y, a la par,
               lanzó sobre la nave un rayo. Golpeada por el rayo, ésta giró en una tromba y se
               cubrió  de  humo.  Todos  cayeron  fuera  del  casco.  Y  semejantes  a  cornejas
               marinas alrededor de la nave negra iban zarandeados por las olas. El dios le

               había negado el regreso.

                   »Pero a mí, agobiado de dolores en mi ánimo, el mismo Zeus me puso en
               las  manos  el  mástil  de  la  nave  de  azulada  proa,  para  que  escapara  de  la
               catástrofe. Y abrazado a él me dejé llevar por los furiosos vientos. Durante
               nueve  días  me  arrastraron,  y  a  la  décima  negra  noche  una  gran  ola
               arremolinada  me  arrojó  en  la  tierra  de  los  tesprotos.  Allí  me  acogió

               generosamente el rey de Tesprotia, el héroe Fidón. Pues fue su hijo quien me
               encontró, aterido por el frío y el cansancio y me llevó a su casa sosteniéndome
               con  su  brazo,  hasta  llegar  a  la  mansión  de  su  padre.  Me  ofreció  ropas,  un
               manto y una túnica. Allí supe yo de Odiseo. Porque aquél me aseguró que lo
               había hospedado y agasajado cuando él regresaba a su patria, y me mostró las
               riquezas que había amontonado Odiseo: bronce, oro y bien trabajado hierro.
               ¡Bastarían  para  mantener  a  cualquiera  hasta  la  décima  generación!  ¡Tantos

               tesoros guardaba en las estancias del rey! Y dijo que se había ido a Dodona,
               para escuchar de la encina de alto follaje la decisión de Zeus acerca de cómo
               debía  de  volver  a  su  próspero  pueblo  de  Ítaca,  si  de  un  modo  franco  o
               furtivamente,  después  de  tan  larga  ausencia.  Y  juró  ante  mí,  mientras  hacía
               libaciones  en  su  hogar,  que  él  ya  tenía  dispuesta  su  nave  y  prestos  los
               compañeros que lo llevarían hasta su querida tierra patria.

                   »Pero  antes  me  despidió  a  mí,  porque  acaeció  que  zarpaba  un  barco  de

               gente  tesprota  hacia  Duliquio,  rica  en  trigo.  Y  él  les  encargó  que  me
               transportaran  hasta  el  rey  Acasto,  solícitamente.  Mas  en  sus  mentes  habían
               decidido un maligno plan con respecto a mí, para que aún más me agobiara la
               carga de la desdicha. Tan pronto como la nave de alto bordo navegó lejos de la
               costa, al momento maquinaron el día de mi esclavitud. Me despojaron de mis

               ropas, de manto y túnica, y me pusieron encima míseros andrajos y una túnica
               llena de agujeros, los que ahora estás viendo ante tus ojos.

                   »A la tarde llegaron a los campos de Ítaca, que se ve desde lejos. Entonces
               me dejaron atado en su barco de buenos bancos de remos, fuertemente, con
               una soga retorcida, y ellos bajaron a tierra a toda prisa para preparar su cena en
               la orilla marina. A mí me aflojaron las cuerdas los dioses mismos, sin duda, y,
               liándome a la cabeza mis harapos, me deslicé por el pulido timón y me lancé

               de cabeza al mar, y enseguida me puse a avanzar nadando con mis brazos y
               muy pronto me encontré bien lejos de aquéllos. Arribé a la costa, por donde
               había  un  encinar  de  floreciente  fronda,  y  me  tumbé  agazapado.  Ellos  con
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