Page 134 - La Odisea alt.
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»Veloz  se  presentó  ante  Helios  Lampetía  de  vaporoso  peplo  para
               comunicarle que habíamos matado sus vacas. Y él, al momento, enfurecido en
               su corazón, habló a los dioses:

                   »“¡Zeus  Padre  y  demás  dioses  de  vida  inagotable,  castigad  a  los
               compañeros de Odiseo hijo de Laertes! Ellos han matado con brutal arrogancia
               mis  vacas,  de  las  que  yo  me  regocijaba  una  y  otra  vez  al  ascender  al  cielo
               estrellado, y cuando de nuevo del cielo volvía hacia la tierra. Si no me pagan

               una  compensación  apropiada  me  sumergiré  en  el  Hades  y  alumbraré  a  los
               muertos”.

                   »Contestándole dijo Zeus, el que amontona las nubes:

                   »“Helios,  tú  sigue  alumbrando  entre  los  inmortales  y  para  los  humanos
               mortales sobre la tierra fecunda, que en pago por esto yo enseguida lanzaré mi
               rayo ardiente sobre su rauda nave y la haré trizas en medio del vinoso mar”.

                   »Esto yo lo supe por Calipso la de hermosos bucles, y ella me contó que se

               lo había oído a Hermes, el dios mensajero.

                   »En cuanto llegué a la nave y al mar me puse a reñir a uno tras otro, pero
               ya no podíamos ofrecer remedio alguno. Las vacas estaban ya muertas. Pronto
               los dioses comenzaron a manifestar sus prodigios. Las pieles serpeaban y las
               carnes ensartadas en los espetones mugían, asadas y crudas. Resucitaba así la
               voz de las vacas.


                   »A lo largo de seis días mis fieles compañeros gozaron del banquete tras
               haber arramblado con las mejores vacas de Helios. Mas cuando ya aportó Zeus
               Crónida  el  día  séptimo,  entonces  dejó  de  soplar  con  furia  el  vendaval,  y
               nosotros subimos a bordo. Al instante botamos al anchuroso mar nuestra nave
               alzando el mástil y desplegando las blancas velas. Pero cuando dejamos atrás
               la  isla  y  no  se  divisaba  ya  tierra  alguna,  sino  sólo  cielo  y  mar,  entonces  el
               Crónida  colocó  una  nube  oscura  sobre  la  cóncava  nave  y  el  mar  se

               convulsionó  bajo  ella.  Ya  no  se  pudo  avanzar  por  mucho  rato.  Porque,  de
               pronto, llegó ululando el furioso Céfiro, con una tremenda borrasca. La furia
               del huracán partió los dos cables que sujetaban el mástil, y éste se derrumbó
               hacia atrás y todas las jarcias quedaron revueltas en la sentina. El mástil en la
               popa  de  la  nave  golpeó  la  cabeza  del  piloto  y  le  partió  a  la  vez  todos  los

               huesos  del  cráneo.  Y  él,  a  la  manera  de  un  buceador,  se  precipitó  desde  el
               puente y su bravo ánimo abandonó sus huesos. Zeus tronó y, a la vez, asestó
               un rayo sobre la nave. Ésta se zarandeó al ser alcanzada por el rayo de Zeus, y
               se cubrió de vapores de azufre. Cayeron por la borda todos mis compañeros.
               Semejantes a unas cornejas marinas alrededor del navío eran mecidos por las
               olas. La divinidad les privó del regreso.

                   »Mientras yo iba y venía por la cubierta, el turbión desgajó los costados de
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