Page 408 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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deleite que en el alma se concibe ha de ser de la hermosura y concordancia que vee o contempla en

                  las cosas que la vista o la imaginación le ponen delante; y toda cosa que tiene en si fealdad y

                  descompostura no nos puede causar contento alguno. Pues ¿qué hermosura puede haber, o qué

                  proporción de partes con el todo, y del todo con las partes, en un libro o fábula donde un mozo de

                  diez y seis años da una cuchillada a un gigante como una torre, y le divide en dos mitades como si
                  fuera de alfeñique, y que cuando nos quieren pintar una batalla, después de haber dicho que hay de

                  la parte de los enemigos un millón de competientes, como sea contra ellos el señor del libro,

                  forzosamente, mal que nos pese, habemos de entender que el tal caballero alcanzó la vitoria por sólo

                  el valor de su fuerte brazo? Pues ¿qué diremos de la facilidad con que una reina o emperatriz

                  heredera se conduce en los brazos de un andante y no conocido caballero? ¿Qué ingenio, si no es del
                  todo bárbaro e inculto, podrá contentarse leyendo que una gran torre llena de caballeros va por la

                  mar adelante, como nave con próspero viento, y hoy anochece en Lombardia, y mañana amanezca

                  en tierras del Preste Juan de las Indias, o en otras que ni las describió Tolomeo, ni las vio Marco

                  Polo? Y si a esto se me respondiese que los que tales libros componen los escriben como cosas de

                  mentira, y que así, no están obligados a mirar en delicadezas ni verdades, responderles hia yo que

                  tanto la mentira es mejor cuanto más parece verdadera, y tanto más agrada cuanto tiene más de lo

                  dudoso y posible. Hanse de casar las fábulas mentirosas con el entendimiento de los que las leyeren,
                  escribiéndose de suerte que, facilitando los imposibles, allanando las grandezas, suspendiendo los

                  ánimos, admiren, suspendan, alborocen y entretengan, de modo que anden a un mismo paso la

                  admiración y la alegría juntas; y todas estas cosas no podrá hacer el que huyere de la verisimilitud y

                  de la imitación, en quién consiste la perfección de lo que se escribe. No he visto ningún libro de

                  caballerías que haga un cuerpo de fábula entero con todos sus miembros, de manera que el medio

                  corresponda al principio, y el fin al principio y al medio; sino que los componen con tantos
                  miembros, que más parece que llevan intención a formar una quimera o un monstruo que a hacer

                  una figura proporcionada. Fuera desto, son en el estilo duros; en las hazañas, increíbles; en los

                  amores, lascivos; en las cortesías, mal mirados; largos en las batallas, necios en las razones,

                  disparatados en los viajes, y, finalmente, ajenos de todo discreto artificio, y por esto dignos de ser



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