Page 370 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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que no es de estima lo que poco cuesta.


                  Amorosas porfías

                  tal vez alcanzan imposibles cosas;

                  y ansí, aunque con las mías


                  sigo de amor las más dificultosas,

                  no por eso recelo


                  de no alcanzar desde la tierra el cielo.




                  Aquí dio fin la voz, y principio a nuevos sollozos Clara; todo lo cual encendía el deseo de Dorotea,

                  que deseaba saber la causa de tan suave canto y de tan triste lloro; y así, le volvió a preguntar qué

                  era lo que le quería decir denantes. Entonces Clara, temerosa de que Luscinda no la oyese,
                  abrazando estrechamente a Dorotea, puso su boca tan junto del oído de Dorotea, que seguramente

                  podía hablar sin ser de otro sentida, y así le dijo:


                  -Este que canta, señora mía, es un hijo de un caballero natural del reino de Aragón, señor de dos

                  lugares, el cual vivía frontero de la casa de mi padre en la corte; y aunque mi padre tenía las
                  ventanas de su casa con lienzos en el invierno y celosías en el verano, yo no se lo que fue, ni lo que

                  no, que este caballero, que andaba al estudio, me vio, ni sé si en la iglesia o en otra parte.

                  Finalmente, él se enamoró de mi, y me lo dio a entender desde las ventanas de su casa con tantas

                  señas y con tantas lágrimas, que yo le hube de creer, y aun querer, sin saber lo que me quería. Entre

                  las señas que me hacia era una de juntarse la una mano con la otra, dándome a entender que se
                  casaría conmigo; y aunque yo me holgaría mucho de que ansí fuera, como sola y sin madre, no sabía

                  con quién comunicallo, y así, lo dejé estar sin dalle otro favor si no era, cuando estaba mi padre

                  fuera de casa y el suyo también, alzar un poco el lienzo o la celosía, y dejarme ver toda; de lo que él

                  hacía tanta fiesta, que daba señales de volverse loco. Llegóse en esto el tiempo de la partida de mi

                  padre, la cual él supo, y no de mí, pues nunca pude decírselo. Cayó malo, a lo que yo entiendo, de



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