Page 252 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
P. 252
de su manteamiento, de que no poco gusto recibieron. Y como el cura dijese que los libros de
caballerías que don Quijote había leído le habían vuelto el juicio, dijo el ventero:
-No sé yo cómo puede ser eso; que en verdad que, a lo que yo entiendo, no hay mejor letrado en el
mundo, y que tengo ahí dos o tres dellos, con otros papeles, que verdaderamente me han dado la
vida, no sólo a mí, sino a otros muchos;
porque cuando es tiempo de la siega, se recogen aquí las fiestas muchos segadores, y siempre hay
alguno que sabe leer, el cual coge uno destos libros en las manos, y rodeámonos dél más de treinta, y
estámosle escuchando con tanto gusto, que nos quita mil canas; a lo menos, de mí sé decir que
cuando oyó decir aquellos furibundos y terribles golpes que los caballeros pegan, que me toma gana
de hacer otro tanto, y que querría estar oyéndolos noches y días.
-Y yo ni más ni menos -dijo la ventera-; porque nunca tengo buen rato en mi casa sino aquel que vos
estáis escuchando leer; que estáis tan embobado, que no os acordáis de reñir por entonces.
-Así es la verdad -dijo Maritornes-; y a buena fe que yo también gusto mucho de oír aquellas cosas,
que son muy lindas, y más cuando cuentan que se está la otra señora debajo de unos naranjos
abrazada con su caballero, y que les está una dueña haciéndoles la guarda, muerta de envidia y con
mucho sobresalto. Digo que todo esto es cosa de mieles.
-Y a vos, ¿qué os parece, señora doncella? -dijo el cura, hablando con la hija del ventero.
-No sé, señor, en mi ánima –respondió ella-; también yo lo escucho, y en verdad que, aunque no lo
entiendo, que recibo gusto en oíllo; pero no gusto yo de los golpes de que mi padre gusta, sino de las
lamentaciones que los caballeros hacen cuando están ausentes de sus señoras; que en verdad que
algunas veces me hacen llorar, de compasión que les tengo.
-Luego ¿bien las remediárades vos, señora doncella -dijo Dorotea-, si por vos lloraran?
-No sé lo que me hiciera -respondió la moza-; sólo sé que hay algunas señoras de aquéllas tan
crueles, que las llaman sus caballeros tigres, y leones, y otras mil inmundicias. Y, ¡Jesús!, yo no sé
Portal Educativo EducaCYL
http://www.educa.jcyl.es