Page 250 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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conforme al don prometido, entremeterse en ninguna empresa hasta acabar la suya; y que pues esto

                  sabía él mejor que otro alguno, que sosegase el pecho hasta la vuelta de su reino.

                  -Así es verdad -respondió don Quijote-,y es forzoso que Andrés tenga paciencia hasta la vuelta,

                  como vos, señora, decís; que yo le torno a jurar y a prometer de nuevo de no parar hasta hacerle

                  vengado y pagado.


                  -No me creo desos juramentos -dijo Andrés-; más quisiera tener agora con que llegar a Sevilla que
                  todas las venganzas del mundo: déme, si tiene ahí, algo que coma y lleve, y quédese con Dios su

                  merced y todos los caballeros andantes, que tan bien andantes sean ellos para consigo como lo han

                  sido para conmigo.


                  Sacó de su repuesto Sancho un pedazo de pan y otro de queso, y dándoselo al mozo, le dijo:

                  -Toma, hermano Andrés, que a todos nos alcanza parte de vuestra desgracia.

                  -Pues ¿qué parte os alcanza a vos? -preguntó Andrés.


                  -Esta parte de queso y pan que os doy -respondió Sancho-, que Dios sabe si me ha de hacer falta o

                  no; porque os hago saber, amigo, que los escuderos de los caballeros andantes estamos sujetos a

                  mucha hambre y a mala ventura, y aun a otras cosas que se sienten mejor que se dicen.

                  Andrés asió de su pan y queso y, viendo que nadie le daba otra cosa, abajó su cabeza y tomó el

                  camino en las manos, como suele decirse. Bien es verdad que, al partirse, dijo a don Quijote:

                  -Por amor de Dios, señor caballero andante, que si otra vez me encontrare, aunque vea que me

                  hacen pedazos, no me socorra ni ayude, sino déjeme con mi desgracia; que no será tanta, que no sea

                  mayor la que me vendrá de su ayuda de vuestra merced, a quien Dios maldiga, y a todos cuantos

                  caballeros andantes han nacido en el mundo.

                  Ibase a levantar don Quijote para castigalle; mas él se puso a correr de modo que ninguno se atrevió

                  a seguille. Quedó corridísimo don Quijote del cuento de Andrés, y fue menester que los demás

                  tuviesen mucha cuenta con no reírse, por no acaballe de correr del todo.





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