Page 248 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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Estando en esto, acertó a pasar por allí un muchacho que iba de camino, el cual, poniéndose a mirar

                  con mucha atención a los que en la fuente estaban, de allí a poco arremetió a don Quijote y,

                  abrazándole por las piernas, comenzó a llorar muy de propósito, diciendo:

                  -¡Ay, señor mío! ¿No me conoce vuestra merced? Pues míreme bien; que yo soy aquel mozo Andrés

                  que quitó vuestra merced de la encina donde estaba atado.




                  Reconocióle don Quijote, y asiéndole por la mano, se volvió a los que allí estaban, y dijo:

                  -Porque vean vuestras mercedes cuán de importancia es haber caballeros andantes en el mundo,

                  que desfagan los tuertos y agravios que en él se hacen por los insolentes y malos hombres que en él

                  viven, sepan vuestras mercedes que los días pasados, pasando yo por un bosque, oí unos gritos y

                  unas voces muy lastimosas, como de persona afligida y menesterosa; acudí luego, llevado de mi

                  obligación, hacia la parte donde me pareció que las lamentables voces sonaban, y hallé atado a una

                  encina a este muchacho que ahora está delante, de lo que me huelgo en el alma, porque será testigo

                  que no me dejará mentir en nada. Digo que estaba atado a la encina, desnudo del medio cuerno
                  arriba, y estábale abriendo a azotes con las riendas de una yegua un villano, que después supe que

                  era amo suyo; y así como yo le vi le pregunté la causa de tan atroz vapulamiento; respondió el zafio

                  que le azotaba porque era su criado, y que ciertos descuidos que tenía nacían más de ladrón que de

                  simple; a lo cual este niño dijo: «Señor, no me azota sino porque le pido mi salario.» El amo replicó

                  no sé qué arengas y disculpas, las cuales, aunque de mí fueron oídas, no fueron admitidas. En

                  resolución, yo le hice desatar, y tomé juramento al villano de que le llevaría consigo y le pagaría un
                  real sobre otro, y aun sahumados. ¿No es verdad todo esto, hijo Andrés? ¿No notaste con cuánto

                  imperio se lo mandé, y con cuánta humildad prometió de hacer todo cuanto yo le impuse y notifiqué

                  y quise? Responde; no te turbes ni dudes en nada; di lo que pasó a estos señores, porque se vea y

                  considere ser del provecho que digo haber caballeros andantes por los caminos.

                  -Todo lo que vuestra merced ha dicho es mucha verdad -respondió el muchacho-; pero el fin del

                  negocio sucedió muy al revés de lo que vuestra merced se imagina.



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