Page 246 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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-¡Ay -dijo Sancho-, y cómo está vuestra merced lastimado de esos cascos! Pues digame, señor:
¿piensa vuestra merced caminar este camino en balde, y dejar pasar y perder un tan rico y tan
principal casamiento como este, donde le dan en dote un reino, que a buena verdad que he oído
decir que tiene más de veinte mil leguas de contorno, y que es abundantísimo de todas las cosas que
son necesarias para el sustento de la vida humana, y que es mayor que Portugal y que Castilla
juntos? Calle, por amor de Dios, y tenga vergüenza de lo que ha dicho, y tome mi consejo, y
perdóneme, y cásese luego en el primer lugar que haya cura; y si no, ahí está nuestro licenciado, que
lo hará de perlas. Y advierta que ya tengo edad para dar consejos, y que éste que le doy le viene de
molde, y que más vale pájaro en mano que buitre volando, porque quien bien tiene y mal escoge, por
bien que se enoja no se venga.
-Mira, Sancho -respondió don Quijote-; si el consejo que me das de que me case es porque sea luego
rey en matando al gigante, y tenga cómodo para hacerte mercedes y darte lo prometido, hágote
saber que sin casarme podré cumplir tu deseo muy fácilmente; porque yo sacaré de adahala, antes
de entrar en la batalla, que, saliendo vencedor della, ya que no me case, me han de dar una parte del
reino, para que la pueda dar a quien yo quisiere; y en dándomela, ¿a quién quieres tú que la dé sino
a ti?
-Eso está claro -respondió Sancho-; pero mire vuestra merced que la escoja hacia la marina, porque,
si no me contentare la vivienda, pueda embarcar mis negros vasallos y hacer dellos lo que ya he
dicho. Y vuestra merced no se cure de ir por agora a ver a mi señora Dulcinea, sino váyase a matar al
gigante, y concluyamos este negocio; que por Dios que se me asienta que ha de ser de mucha honra
y de mucho provecho.
-Dígote, Sancho -dijo don Quijote-, que estás en lo cierto, y que habré de tomar tu consejo en cuanto
el ir antes con la princesa que a ver a Dulcinea. Y avisote que no digas nada a nadie, ni a los que con
nosotros vienen, de lo que aquí hemos departido y tratado; que pues Dulcinea es tan recatada, que
no quiere que se sepan sus pensamientos, no será bien que yo, ni otro por mi, los descubra.
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