Page 245 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
P. 245

anocheció. Y si no fuese por esto, no se podrían socorrer en sus peligros los caballeros andantes

                  unos a otros, como se socorren a cada paso; que acaece estar uno peleando en las sierras de Armenia

                  con algún endriago, o con algún fiero vestigio, o con otro caballero, donde lleva lo peor de la batalla

                  y está ya a punto de muerte, y cuando no os me cato, asoma por acullá, encima de una nube, o sobre

                  un carro de fuego, otro caballero amigo suyo, que poco antes se hallaba en Ingalaterra, que le
                  favorece y libra de la muerte, y a la noche se halla en su posada, cenando muy a su sabor; y suele

                  haber de la una a la otra parte dos o tres mil leguas. Y todo esto se hace por industria y sabiduría

                  destos sabios encantadores que tienen cuidado destos valerosos caballeros. Así que, amigo Sancho,

                  no se me hace dificultoso creer que en tan breve tiempo hayas ido y venido desde este lugar al del

                  Toboso, pues, como tengo dicho, algún sabio amigo te debió de llevar en volandillas, sin que tú lo
                  sintieses.


                  -Así seria -dijo Sancho-; porque a buena fe que andaba Rocinante como si fuera asno de gitano con

                  azogue en los oídos.

                  -Y ¡cómo si llevaba azogue! -dijo don Quijote-. Y aun una legión de demonios, que es gente que

                  camina y hace caminar, sin cansarse, todo aquello que se les antoja. Pero, dejando esto aparte, ¿qué

                  te parece a ti que debo yo de hacer ahora cerca de lo que mi señora me manda que la vaya a ver?

                  Que, aunque yo veo que estoy obligado a cumplir su mandamiento, véome también imposibilitado

                  del don que he prometido a la princesa que con vosotros viene, y fuérzame la ley de caballería a
                  cumplir mi palabra antes que mi gusto. Por una parte, me acosa y fatiga el deseo de ver a mi señora;

                  por otra, me incita y llama la prometida fe, y la gloria que he de alcanzar en esta empresa. Pero lo

                  que pienso hacer será caminar apriesa y llegar presto donde está este gigante, y en llegando, le

                  cortaré la cabeza, y pondré a la princesa pacíficamente en su estado, y al punto daré la vuelta a ver a

                  la luz que mis sentidos alumbra, a la cual daré tales disculpas, que ella venga a tener por buena mi

                  tardanza, pues verá que todo redunda en aumento de su gloria y fama, pues cuanta yo he alcanzado,

                  alcanzo y alcanzaré por las armas en esta vida, toda me viene del favor que ella me da y de ser yo
                  suyo.





                                             Portal Educativo EducaCYL
                                              http://www.educa.jcyl.es
   240   241   242   243   244   245   246   247   248   249   250