Page 243 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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-En decir que maldecía mi fortuna dijiste mal -dijo don Quijote-; porque antes la bendigo y

                  bendeciré todos los días de mi vida, por haberme hecho digno de merecer amar tan alta señora

                  como Dulcinea del Toboso.

                  -Tan alta es -respondió Sancho-, que a buena fe que me lleva a mí más de un coto.


                  -Pues, ¿cómo Sancho? -dijo don Quijote-. ¿Haste medido tú con ella?




                  -Medíme en esta manera -le respondió Sancho-: que llegándole a ayudar a poner un costal de trigo
                  sobre un jumento, llegamos tan juntos, que eché de ver que me llevaba más de un gran palmo.


                  -Pues ¡es verdad -replicó don Quijote- que no acompaña esa grandeza y la adorna con mil millones

                  de gracias del alma! Pero no me negarás, Sancho, una cosa: cuando llegaste junto a ella, ¿no sentiste

                  un olor sabeo, una fragancia aromática, y un no sé qué de bueno, que yo no acierto a dalle nombre?
                  Digo, ¿un tuho o tufo como si estuvieras en la tienda de algún curioso guantero?


                  -Lo que sé decir -dijo Sancho- es que sentí un olorcillo algo hombruno; y debía de ser que ella, con el

                  mucho ejercicio, estaba sudada y algo correosa.

                  -No seria eso -respondió don Quijote-; si no que tú debías de estar romanizado, o te debiste de oler a

                  ti mismo; porque yo sé bien a lo que huele aquella rosa entre espinas, aquel lirio del campo, aquel

                  ámbar desleído.

                  -Todo puede ser -respondió Sancho-; que muchas veces sale de mí aquel olor que entonces me

                  pareció que salía de su merced de la señora Dulcinea; pero no hay de qué maravillarse, que un

                  diablo parece a otro.

                  -Y bien -prosiguió don Quijote-, he aquí que acabó de limpiar su trigo y de enviallo al molino. ¿Qué

                  hizo cuando leyó la carta?


                  -La carta -dijo Sancho- no la leyó, porque dijo que no sabía leer ni escribir; antes la rasgó y la hizo

                  menudas piezas, diciendo que no la quería dar a leer a nadie, porque no se supiesen en el lugar sus
                  secretos, y que bastaba lo que yo le había dicho de palabra acerca del amor que vuestra merced le



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