Page 244 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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tenía y de la penitencia extraordinaria que por su causa quedaba haciendo. Y, finalmente, me dijo

                  que dijese a vuestra merced que le besaba las manos, y que allí quedaba con más deseos de verle que

                  de escribirle; y que, así, le suplicaba y mandaba, que, vista la presente, saliese de aquellos

                  matorrales y se dejase de hacer disparates, y se pusiese luego en camino del Toboso, si otra cosa de

                  más importancia no le sucediese, porque tenía gran deseo de ver a vuestra merced. Rióse mucho
                  cuando le dije cómo se llamaba vuestra merced el Caballero de la Triste Figura. Preguntéle si había

                  ido allá el vizcaíno de marras; díjome que sí, y que era un hombre muy de bien. También le pregunté

                  por los galeotes; mas díjome que no había visto hasta entonces alguno.

                  -Todo va bien hasta agora -dijo don Quijote-. Pero dime: ¿qué joya fue la que te dio al despedirte,

                  por las nuevas que de mí le llevaste? Porque es usada y antigua costumbre entre los caballeros y

                  damas andantes dar a los escuderos, doncellas o enanos que les llevan nuevas, de sus damas a ellos,

                  a ellas de sus andantes, alguna rica joya en albricias, en agradecimiento de su recado.

                  -Bien puede eso ser así, y yo la tengo por buena usanza; pero eso debió de ser en los tiempos

                  pasados; que ahora sólo se debe de acostumbrar a dar un pedazo de pan y queso, que esto fue lo que

                  me dio mi señora Dulcinea, por las bardas de un corral, cuando della me despedí: y aun por más

                  señas, era el queso ovejuno.

                  -Es liberal en extremo -dijo don Quijote-; y si no te dio joya de oro, sin duda debió de ser porque no

                  la tendría allí a la mano para dártela; pero buenas son mangas después de Pascua: yo la veré, y se

                  satisfará todo. ¿Sabes de qué estoy maravillado, Sancho? De que me parece que fuiste y veniste por

                  los aires, pues poco más de tres días has tardado en ir y venir desde aquí al Toboso, habiendo de

                  aquí allá más de treinta leguas; por lo cual me doy a entender que aquel sabio




                  nigromante que tiene cuenta con mis cosas y es mi amigo (porque por fuerza le hay, y le ha de
                  haber, so pena que yo no sería buen caballero andante), digo que éste tal te debió de ayudar a

                  caminar, sin que tú lo sintieses; que hay sabio destos que coge a un caballero andante durmiendo en

                  su cama, y sin saber cómo o en qué manera, amanece otro día más de mil leguas de donde



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