Page 223 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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buen deseo, os suplico me digáis, si no os hace de mal, cuál es la vuestra cuita, y cuántas, quiénes y

                  cuáles son las personas de quien os tengo de dar debida, satisfecha y entera venganza.

                  -Eso haré yo de gana -respondió Dorotea-, si es que no os enfada oír lástimas y desgracias.


                  -No enfadará, señora mía -respondió don Quijote.




                  A lo que respondió Dorotea:

                  -Pues así es, esténme vuestras mercedes atentos.


                  No hubo ella dicho esto, cuando Cardenio y el barbero se le pusieron al lado, deseosos de ver cómo

                  fingía su historia la discreta Dorotea, y lo mismo hizo Sancho, que tan engañado iba con ella como
                  su amo. Y ella, después de haberse puesto bien en la silla y prevenídose con toser y hacer otros

                  ademanes, con mucho donaire comenzó a decir desta manera:


                  -Primeramente, quiero que vuestras mercedes sepan, señores míos, que a mi me llaman...

                  Y detúvose aquí un poco porque se le olvidó el nombre que el cura le había puesto; pero él acudió al

                  remedio, porque entendió en lo que reparaba, y dijo:


                  -No es maravilla, señora mía, que la vuestra grandeza se turbe y empache contando sus desventuras;
                  que ellas suelen ser tales, que muchas veces quitan la memoria a los que maltratan, de tal manera,

                  que aun de sus mesmos nombres no se les acuerda, como han hecho con vuestra gran señoría, que

                  se ha olvidado que se llama la princesa Micomicona, legítima heredera del gran reino Micomicón; y

                  con este apuntamiento puede la vuestra grandeza reducir ahora fácilmente a su lastimada memoria

                  todo aquello que contar quisiere.

                  -Así es la verdad -respondió la doncella-, y desde aquí adelante creo que no será menester

                  apuntarme nada; que yo saldré a buen puedo con mi verdadera historia. La cual es que el rey mi

                  padre, que se llamaba Tinacrio el Sabidor, fue muy docto en esto que llaman el arte mágica, y

                  alcanzó por su ciencia que mi madre, que se llamaba la reina Jaramilla, había de morir primero que
                  él, y que de allí a poco tiempo él también había de pasar desta vida y yo había de quedar huérfana de



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