Page 226 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
P. 226

de boca, pues así lo dejó profetizado Tinacrio el Sabidor, mi buen padre; el cual también dejó dicho,

                  y escrito en letras caldeas o griegas, que yo no las sé leer, que si este caballero de la profecía,

                  después de haber degollado al gigante, quisiese casarse conmigo, que yo me otorgarse luego sin

                  réplica alguna por su legítima esposa, y le diese la posesión de mi reino, junto con la de mi persona.

                  -¿Qué te parece, Sancho amigo? -dijo a este punto don Quijote-. ¿No oyes lo que pasa? ¿No te lo dije

                  yo? Mira si tenemos ya reino que mandar y reina con quien casar.




                  -¡Eso juro yo -dijo Sancho- para el puto que no se casare en abriendo el gaznatico al señor

                  Pandahilado! Pues ¡monta que es mala la reina! ¡Así se me vuelvan las pulgas de la cama!

                  Y diciendo esto, dio dos zapatetas en el aire, con muestras de grandísimo contento, y luego fue a

                  tomar las riendas de la muía de Dorotea, y haciéndola detener, se hincó de rodillas ante ella,

                  suplicándole le diese las manos para besárselas, en señal que la recibía por su reina y señora. ¿Quién

                  no había de reír de los circunstantes, viendo la locura del amo y la simplicidad del criado? En efecto,

                  Dorotea se las dio, y le prometió de hacerle gran señor en su reino, cuando el cielo le hiciese tanto
                  bien, que se lo dejase cobrar y gozar. Agradecióselo Sancho con tales palabras, que renovó la risa en

                  todos.


                  -Esta, señores -prosiguió Dorotea-, es mi historia; sólo resta por deciros que de cuanta gente de

                  acompañamiento saqué de mi reino no me ha quedado sino sólo este buen barbado escudero,
                  porque todos se anegaron en una gran borrasca que tuvimos a vista del puerto, y él y yo salimos en

                  dos tablas a tierra, como por milagro; y así, es todo milagro y misterio el discurso de mi vida, como

                  lo habréis notado. Y si en alguna cosa he andado demasiada, o no tan acertada como debiera, echad

                  la culpa a lo que el señor licenciado dijo al principio de mi cuento: que los trabajos continuos y

                  extraordinarios quitan la memoria al que los padece.

                  -Esa no me quitarán a mi, ¡oh alta y valerosa señora! -dijo don Quijote-, cuantos yo pasare en

                  serviros, por grandes y no vistos que sean; y así, de nuevo confirmo el don que os he prometido y

                  juro de ir con vos al cabo del mundo, hasta yerme con el fiero enemigo vuestro, a quien pienso, con


                                             Portal Educativo EducaCYL
                                              http://www.educa.jcyl.es
   221   222   223   224   225   226   227   228   229   230   231